El Mallorca experimental de Laudrup ha superado en el conjunto de la eliminatoria a un Sporting muy voluntarioso, pero limitado. Los jugadores tomaron nota de las consignas del entrenador y tan convencidos de que saltaban al terreno de juego empatados a cero en lugar de con ventaja de 1-3, que a los 20 minutos ya ganaban 0-2. A partir de aquí, entramos en otra historia.

La cara B y la lectura que conviene hacer de puertas para adentro, es que a este equipo le han vuelto a remontar dos goles de ventaja en cuatro días. Primero fué el domingo en La Romareda, donde el Betis el miércoles devolvió al Zaragoza a su realidad, y el mismo fantasma sobrevoló anoche El Molinón cuando los locales empezaron a correr a pelotazos a la zaga balear, mientras Nsue, Webó y De Guzmán perdían ocasiones claras de sentenciar el partido y anota una goleada.

Del equipo tranquilo, de toque, velocidad y confianza de los primeros minutos, pasamos otra vez al nerviosismo, la premiosidad, el exceso de conducción y el abandono de zonas, especialidad de un Pep Lluís Martí tan deseoso de estar en todas partes que termina por no aparecer en la que debe. Se volvieron a perder balones absurdos en el centro del campo, se cedió la posesión del esférico y los palos tuvieron que evitar que al Sporting le crecieran las alas que le habían cortado al principio.

Pero el resultado es un gran dictador. Su firmeza borra todo atisbo de crítica y, aparte, ha habido más fútbol en cuarenta minutos del Real Mallorca que en los ciento ochenta de su oponente y, ayer, anfitrión.