No hacía falta lucirse tanto para meterse en los octavos de final, pero eso jamás está de más. El Mallorca finiquitó la eliminatoria de dieciseisavos de la Copa del Rey en unos sublimes primeros catorce minutos. Bastó ese tiempo no solo para cargarse al Sporting, sino para mandar un mensaje de que en esta plantilla hay talento hasta en el banquillo. Nsue fue el bigoleador, es cierto, pero los dos tantos llegaron merced a una excelente demostración de juego colectivo. Dos obras de arte que merecen guardarse en la retina de los aficionados al buen fútbol.

El primero de ellos llegó por la banda izquierda. Pereira, qué futuro tiene este chaval, sirvió un gran balón a Kevin, que doblando la banda ganó la espalda a la zaga, se internó dentro del área como si fuera un ariete y cedió el pase de la muerte a Nsue, que no perdonó.

Ahí el partido ya estaba prácticamente sentenciado, y eso que era el minuto nueve. Pero como todo en la vida puede incluso mejorar, el segundo tanto fue de traca. La acción se inició en el lateral derecho isleño, Cendrós envió el balón a Webó, que al primer toque y de media espuela se la pasó a Tejera. El canterano controló, levantó la cabeza desde el centro del campo y lanzó otro sensacional balón a Nsue, que recordando sus tiempos de delantero centro nato elevó el balón ante la desesperada salida de Cuéllar y subió el segundo al marcador. Un golazo en toda regla.

El mérito es de todos. Sin excepción. Los futbolistas hicieron caso a Laudrup cuando el técnico exigía a sus pupilos que anoche no salieran pensando que en la ida se había finalizado 3-1. La actitud desde el pitido inicial fue el de un equipo con hambre, quizá el mayor aval de un grupo llamado a disfrutar de mayores cotas en el futuro. Porque de la alineación inicial había tres jugadores que el pasado curso militaban en Segunda B –Pereira, Tejera y Kevin–, otros tres en Segunda A –Crespí, Cendrós y Nsue– y otro que viene de la remota Liga de Uzbekistán, y apenas tiene 21 años, –Joao Víctor–.

Con estos mimbres, más la aportación de Lux, Rubén, Martí y Webó, el Mallorca hizo más que suficiente para tranquilizar a la hinchada. Bien plantados, contundentes atrás y con descaro al contraataque, hay motivos de sobra para pensar que lo de ayer no fue una casualidad.

El gol de Bilic, desde el punto de penalti, solo alentó un poco a los locales, que por orgullo se vieron obligados a tirar hacia arriba, aunque fuera por disimular.

No les quedaba otra opción. Lo preocupante de esta acción es que los rojillos volvieron a recibir una pena máxima en contra, la sexta de la temporada. Un número escandalosamente elevado a estas alturas de curso, aunque las inocentes manos de Kevin fueran tan claras. Es evidente que algo habrá que hacer en este capítulo.

En la reanudación el Sporting se fue al ataque y el partido se volvió loco de verdad. Los asturianos debían marcar cuatro goles para remontar la eliminatoria, una cuesta demasiado alta ante un serio Mallorca. Las ocasiones en los dos bandos se sucedieron continuamente, algunas demasiado claras, como un lanzamiento de De Guzmán desde treinta metros, con Cuéllar fuera del área pequeña, que se marchó fuera por poco.

Los rojiblancos igualaron el partido merced a un tiro de Muñiz, pero sabían que eso serviría de poco, por mucho que quedara media hora por delante.

De hecho, el Mallorca podría haber aumentado su cuenta, pero el punto de mira ya se había desviado. Nsue, solo frente al portero, tiró el balón fuera. Y después, tras una buena asistencia de Pina, Webó se quedó también ante Cuéllar y la pelota se fue desviada. Pero no pasaba nada. Ya daba igual. El Sporting se sentía derrotado, aunque Portilla y Jorge enviaran sendos balones al larguero. El partido y la eliminatoria ya eran historia y ahora toca pensar el domingo en el choque liguero contra el Deportivo. Pero al menos al Mallorca le queda la satisfacción del deber cumplido. Y con nota.