La lluvia retrasó las celebraciones. Nos sentamos a comer viendo el partido y cenamos con el mismo partido. No se puede pedir más. El prometido helado propio del caluroso domingo en una terraza lo aplazamos.

Una lluvia que a punto estuvo de aguarnos la fiesta. Con dos sets arriba y con la chuleta impresa en la mano, Nadal lo tenía todo para hacer historia. Pero tuvo que esperar y su chuleta parecía borrada: el castigo hacia el revés de Federer se había olvidado. El suizo entraba demasiado con su derecha y eso ponía las cosas difíciles. Para más inri los cuidadores del templo británico parecían dispuestos a poner las cosas más difíciles. La pista estaba demasiado mojada y la pelota corría con bote bajo lo que le iba de perlas al juego de Federer. Nosotros hacemos lo mismo cuando jugamos en tierra en Copa Davis. Algo han aprendido. Eso y a valorar a un joven que tiene a su alcance el ser el número uno del mundo. Un joven nuestro. Pero Nadal es algo más que un buen jugador. Ahora lo ha demostrado sobre una superficie creada para juegos como el del suizo. En la hierba ganan los jugadores completos.