Osasuna ha sido uno de los equipos a los que ha sentado bien mantener a su entrenador en el banquillo. Cuestionado en su primera temporada en España, Javier Aguirre se ha impuesto a la presión, ha hecho del navarro un equipo rocoso, luchador y difícil de batir, lo que le ha valido postularse como entrenador futurible para uno de los grandes, quién sabe si el mismísimo Madrid.

El entrenador mexicano ha impuesto el sentido del juego colectivo por encima de las individualidades que quizás no tienen. Posiblemente no hay en su conjunto un futbolista que marque las diferencias, superados todos ellos por la dictadura del bloque.

Y eso se nota en las alineaciones, porque lo mismo da que salga Flaño que Josetxo, Expósito que Izquierdo, Puñal que Muñoz, Moha que Delporte o Milosevic que Morales.

En lo que llevamos de campeonato, el rendimiento de Osasuna baja cuando juega lejos del estadio de El Sadar, pero a distancia no sabemos si falla el juego o sólo los resultados.

Un detalle de importancia, aunque estas referencias no valgan demasiado en este tipo de competición que exige ir partido a partido y que permite extraer conclusiones regulares a partir de trayectorias ciertamente irregulares. Hoy se cruzan dos de ellas, aunque no sepamos cuál es la peor.