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La humanidad se entierra en compañía de Van Gogh

Ryoei Sato solo pudo disfrutar durante seis años del disfrute privado de El retrato del doctor Gachet de Van Gogh que adquirió en subasta, porque murió de un infarto a los seis años de comprarlo. El magnate había avanzado la intención de que su cadáver fuera incinerado junto a la pintura, lo cual originó el sobresalto imaginable en el corrupto mercado del arte, que posiblemente supera en suciedad al tráfico de drogas.

Los 83 millones pagados por aquel Van Gogh desataron una fiebre de cotizaciones aún vigente, y que se parece demasiado a la inconsciencia planetaria en el abordaje del cambio climático. De ahí la lógica elección de una copia de Los girasoles del mismo autor, para una acción de terrorismo incruento medioambiental en la National Gallery londinense. Dos veinteañeras arrojaron el contenido de sendos botes de tomate Heinz de Andy Warhol sobre la pintura, sin detallar que la humanidad se dispone a enterrarse en compañía de Van Gogh como había insinuado el millonario Sato, salvo que el ataúd será en este caso el planeta entero. Una imagen irreprochable en su concepción, al margen de la valoración que suscite el acto contrarrevolucionario.

Una vez adheridas con pegamento a la pared de la National Gallery, una de las militantes de Just Stop Oil planteó si el arte que acababan de profanar solo teóricamente, dada la protección de la obra con un cristal, era más importante que el hambre que se cernía sobre la humanidad. Curiosamente, Van Gogh eligió la precariedad y los padecimientos incluso alimenticios a cambio de desarrollar su visión. En este punto, el objetivo de la agresión cristalina estaba mal elegido, aunque los museos exhibirán pronto pinturas resguardadas para que los visitantes liberen sus frustraciones, bombardeando los cuadros con todo tipo de sustancias.

Tras la acción se puso en marcha la unanimidad vigente en la covid y en Ucrania, que no deja ni un resquicio para que se filtre la luz de la libre expresión. El arte es sagrado y la agresión, injustificable. Se olvida que el orbe de la creación se aburre ahora con instalaciones, performances, intervenciones y demás fórmulas exhibicionistas que requieren de una escasa pericia técnica. Por tanto, Van Gogh no perdería hoy el tiempo pintando girasoles, y preferiría el gamberrismo de la acción directa. Otro acierto de las jóvenes.

La misma especie que crea un Van Gogh, a diferencia no solo de los animales sino incluso de los Neandertales, asume su autodestrucción sin pestañear. Por contra, ya se escucha el clamor para aumentar la protección de los tesoros artísticos, desviando fondos de la lucha contra el cambio climático.

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