Cuando hablas con Jaume Ripoll, te preguntas por qué tenemos los políticos equivocados. Vivimos en la era Netflix gracias a la pandemia, como reconoce el propio Reed Hastings, pero el nuevo becerro de oro ha perdido un millón de clientes de un plumazo. A cambio, en España nadie recuerda la plataforma que emite una película en serie, salvo para adjuntar «lo vi en Filmin» como criterio de calidad. Sin prescriptores no hay suscriptores. Aconsejar, recomendar o programar riman con engañar, el trabajo más extraño imaginable.
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