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Ángel Martín: «No soy la clase de persona con el miedo instalado por si las voces vuelven»

El presentador relata en su primer libro que padeció un brote psicótico y cómo ha conseguido superarlo

Ángel Martín visita Palma para presentar su libro 'Por si las voces vuelven'

Ángel Martín visita Palma para presentar su libro 'Por si las voces vuelven' M. Mielniezuk

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Ángel Martín visita Palma para presentar su libro 'Por si las voces vuelven' Montse Terrasa

Ángel Martín (Barcelona, 1977), presentador, guionista y monologuista, firma hoy en la librería Agapea, a las 11 de la mañana, ejemplares de Por si las voces vuelven (Planeta). Es su primer libro y en él cuenta que sufrió un brote psicótico en 2017 y cómo consiguió superarlo. Se abre al lector por si así puede ayudar a quien esté pasando por algo similar.

¿Y si las voces vuelven?

No es una preocupación que tenga, no te voy a engañar, no soy la clase de persona que se haya quedado con el miedo instalado por si las voces vuelven. Llegué a la conclusión de que no me iba a preocupar de eso después de darme cuenta que había vivido durante un montón de años con muchos miedos y al final el que sucedió es el que no estaba en la lista, que es acabar ingresando en un psiquiátrico. Al final, no tiene ningún sentido preocuparte por las cosas que puedan pasar... Si vuelven, se encontrarán con alguien que ha escrito un libro y sabe por dónde cogerlas. Imagino.

¿Por qué este libro?

Pues porque no lo encontré cuando lo necesité, no tiene más, esa es la verdad. Nada más salir del hospital me puse a buscar algún tipo de libro basado en el testimonio de alguien que hubiera pasado por lo mismo que yo y hubiera remontado, para tratar de copiar sus herramientas, a ver si me servía de algo, no lo encontré y cuando surgió la posibilidad de escribir dije voy a escribir el libro que no encontré por si hay alguien buscándolo ahora mismo y mi historia le sirve de algo.

¿Y cuál ha sido la respuesta recibida de los lectores?

Todavía no me he podido sentar a procesar lo abrumador que está siendo esto, no tengo todavía una palabra. Uno espera que la cosa funcione y le sirva de algo a alguien, pero veo que está funcionando en muchas capas y a mucha gente y es muy bonito.

El libro es como una conversación directa con el lector.

La intención era un poco esa, era como si tuvieras la posibilidad de sentarte con alguien a tomar un café y contarle «oye, yo he pasado por esta historia, estoy aquí y esto es lo que yo iba haciendo para tratar de remontar. Si te sirve, pues pa ti».

¿Debería preocuparme si al leerlo oigo su voz como si me lo estuviera contando?

Eso está bien, si solo está mi voz, no pasa nada. Si cuando piensas en gente de los tuyos te vienen a la cabeza, todo está O.K. Afortunadamente, coincidió el libro con que yo estaba haciendo el informativo y mi voz estaba muy en el ambiente. A lo mejor si estás desaparecido diez años, la gente no tiene tu voz o no la recuerda. Era una herramienta muy potente para que todo el mundo entendiera el concepto de las voces que llegan a la cabeza y no son la tuya. Hay veces que llegan otras voces con otra frecuencia y otra voz. No te preocupes, no es motivo de alarma todavía.

¿Se siente muy diferente al de antes del brote psicótico?

Sí, sí, no tienes absolutamente nada que ver, nada de nada. En el momento en el que tomas la decisión consciente de empezar a reconstruirte tú, prestando atención a lo que haces, a lo que decides, al porqué de las cosas, no tienes nada que ver con el tipo que estaba viviendo por inercia y creo que muchos caemos en ese error, tomar decisiones por inercia sin pensar muy bien si eso es lo que queremos hacer, si es con quien queremos estar... No tienes nada que ver, nada. Es una de las consecuencias de dar por muerto al tipo que yo era antes de que pasara.

Por lo que explica, la suya era una locura fantasiosa...

Bueno, sí y no. De las muchas reflexiones que hay en el libro, hay una frase que es importante que la gente entienda, que la locura te va a dejar tocado a ti y a los demás. Eso implica que ha habido momentos muy duros, para todos. Es verdad que está resumido en una frase, envuelto en un tono, en un ambiente donde podemos hablar bien, pero esas cicatrices son duras y se van a quedar en todo el mundo. Es verdad que en mi caso no hubo violencia física, afortunadamente no se llegó a esa línea, pero sí que hubo conversaciones a gritos en la calle con mi chica. Obviamente todo eso es dolor para nosotros, mucho dolor. Sí que hubo mucha crudeza, lo que pasa que no escribí desde la intención del pobrecito yo o voy a resaltar lo más duro...

¿Qué le supone revisar tuits o escritos que publicó durante su brote? ¿Le duele?

No, ahora no. Cuando te vuelves a encontrar con eso, lo haces desde un lugar que te reconecta con aquel momento y sabes exactamente por qué estabas publicando eso. Lo sabes, vuelves a ese momento y a ese universo, pero vuelves desde un lugar que estás a salvo. Para escribir el libro, sí fue doloroso, porque cada vez que revisabas una publicación era como abrir un cofre donde había muchas más cosas, un trasfondo, había subtramas... De hecho, fue de gran ayuda revisar esas publicaciones, porque abrió lugares que yo no recordaba bien y de repente era «hostia, es verdad, que yo publiqué esto porque creía que estaba en una nave y que había llegado a otro planeta». Durante el proceso de escritura fue complicado, ahora no.

Normalizar la enfermedad mental debe ser liberador...

Hay algo que si la gente lo pudiera sentir se daría cuenta de lo sano que es verbalizar ciertas cosas. Al poco tiempo de publicar el libro, recuerdo una actuación a la que fui con un amigo y me di cuenta de que cuando hablábamos de lo que me había sucedido durante el brote, bajábamos la voz. Y entonces le dije: «Pero si ya lo sabe todo el mundo ¿por qué bajamos la voz?». Fue muy liberador, mucho, no tener que esconderte.

En el libro, y en su informativo, siempre se despide diciendo «os quiero mucho». ¿Lo decía antes?

A raíz de esto, he perdido mucho el apuro a decirle a la gente lo mucho que la aprecio. No soy un chalado que vaya diciendo «tío, cuánto te quiero». No, no me he convertido en eso ni soy alguien que quiera a todo el mundo, pero le he perdido la vergüenza a decirle a la gente a la cara «oye, ¿sabes que eres especial para mí, no?». Es muy gracioso porque los otros no están acostumbrados y se genera un momento incómodo. Es muy bonito ponerles en ese apuro.

¿Qué hubiera pasado si lo del espionaje con Pegasus hubiera ocurrido durante su brote psicótico?

Pues es un ejercicio interesante. Muy probablemente, el hecho de que alguien en ese momento hubiera mencionado que los teléfonos están pinchados se hubiese ido a que pueden escuchar todas nuestras conversaciones e, inmediatamente, lo que yo hubiese pensado es que estamos cada vez más cerca de que todo el mundo sepa la verdad.

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