Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Con ciencia | Andando

Distintas huellas de Laetoli. | NATURE

Es sabido que solo un rasgo está presente en todas las especies que ha habido en todo el linaje humano. Nuestro linaje, es decir, los humanos actuales y todos los anteriores, antepasados directos o colaterales que no lo son a la vez de los chimpancés, contaron con una variedad enorme de rasgos anatómicos. Hubo humanos tan pequeños como los pigmeos actuales y otros más pesados y robustos que nosotros. Los cráneos de las especies más antiguas eran tan pequeños como los de los chimpancés; los de los neandertales, más grandes que los nuestros. Se dieron mandíbulas y dentaduras aún más robustas y potentes que las de los gorilas, mientras que nuestros dientes resultan, en comparación, ridículamente pequeños.

Pero todas las especies del linaje humano han sido bípedas, caminando sobre los pies. Una característica única entre todos los primates y que tuvo que suponer la clave para la evolución diferencial de los humanos. Sin embargo, hace mucho que se sabe que, aun siendo todos bípedos, los miembros del linaje humano dispusieron de tipos diversos de locomoción erguida; la nuestra no se alcanzó hasta hace cerca de 500.000 años, siendo así que la edad del linaje alcanza unos siete millones de años.

Los indicios más espectaculares de la manera de andar son las huellas fósiles que quedaron grabadas en la roca por haber caminado sobre cenizas volcánicas. Las trazas fósiles de pisadas que se conocen mejor son las de Laetoli, Tanzania, descubiertas en 1976 y sometidas a profundas controversias desde entonces. Hace poco, el equipo dirigido por Jeremy DeSilva, paleoantropólogo especializado en la locomoción de los primates y humanos antiguos y miembro del Ecology, Evolution, Environment and Society Graduate Program del Dartmouth College (Hanover, New Hampshire, Estados Unidos), ha realizado un estudio en profundidad de las huellas del yacimiento A de Laetoli, en tiempos atribuidas a osos. El estudio, publicado en Nature, sostiene que los autores de las pisadas fueron humanos pero de una especie diferente a los que causaron las del yacimiento G de Laetoli. La prueba directa de dos especies de humanos coincidiendo hace 3,6 millones de años en el mismo lugar supone todo un desafío. Pero si una de ellas, la del yacimiento A, indica que su autor cruzaba los pies al andar, como hacen, por cierto, las modelos de pasarela actuales, entonces las preguntas se amontonan. Tanto esa forma tan especial de caminar como la longitud del dedo gordo, que es la misma que la del segundo dedo, apuntan hacia una alternativa de la marcha típica de Australopithecus afarensis, la especie que vivió en aquella época y que conservaba una cierta capacidad de trepa con un dedo gordo del pie parecido al pulgar de la mano. Si existió también en Laetoli una segunda especie que había perdido ya esa habilidad trepadora, sería cosa de dar cuanto antes con sus restos.

Compartir el artículo

stats