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Blanca Portillo en ‘Maixabel’. |

Crítica de cine | ETA, reconciliación, punición y perdón

H ay dos secuencias en Maixabel muy bien escritas, interpretadas y rodadas. Atañen a las conversaciones que Maixabel Lasa (Blanca Portillo) mantiene con dos de los tres etarras que asesinaron a su marido, Juan Mari Jáuregui. Las dos secuencias están planteadas desde la contención, fueran exactamente así o no como ocurrieran en la realidad, y esa contención es la misma que expone la película en todo su trazado para gravitar sobre la idea de la reconciliación, la punición y el perdón.

Dirigida por Icíar Bollaín y escrita con Isa Campo, colaboradora habitual de Isaki Lacuesta, Maixabel dibuja bien a los tres personajes clave, Maixabel, Ibon Etxezarreta y Luis María Carrasco (Luis Tosar y Urko Olazabal). Aunque el último de ellos tenga menor entidad, su encuentro con Maixabel, la forma de callar porque no sabe realmente como pedir perdón, es muy significativa del tono del filme. Su cara a cara está filmado con justos primeros planos en los que se concentran tensión y arrepentimiento, y tienen una elogiable neutralidad que evita tanto el panfleto, habitual en este tipo de exposición, como el exceso dramático.

Maixabel tampoco es un filme cómodo, ya que horada en muchos elementos de la reciente realidad vasca. No es solo el conflicto entre quienes mataban y quienes fueron asesinados o la dificultad para salir de determinados ambientes que predeterminan una actitud violenta. La izquierda vasca tampoco sale bien parada, porque, aunque de modo distinto, todos se equivocaron. La secuencia final se salta el guión preestablecido durante el resto de la película, pero define lo que pretende ser Maixabel si es que el cine puede tener aún alguna incidencia en este tipo de conflictos.

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