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Crítica de música | Quatro voci poco fan

Juego de palabras, sin duda. No busquemos literalidad ni rigor, pero sí intención, un tanto irónica, para indicar que las cuatro voces, venidas de la ópera de Hamburgo, para cerrar el ciclo de verano de la Simfònica, no aportaron nada o muy poco, a la exitosa temporada de nuestra formación musical de referencia. Cuatro jóvenes solistas que necesitan madurar, vocal y escénicamente y, lo que es más importante, definir la línea musical sobre la que se moverán en el futuro. Cantar La Calumnia de Rossini o Ella giammai m’amò de Verdi no es apto para una voz tan joven como la del bajo David Kang, pues son arias pensadas para que las canten solistas expertos y llegados a una madurez vocal. Tampoco funcionó el Nessun dorma de Turandot que cantó Simon Yang ni Una voce poco fa rossiniana de Kady Evanyshyn, ni el Babbino caro pucciniano de Na’ama Shulman, pues a los tres les faltó potencia sonora y fueron, en más de una ocasión, silenciados por la orquesta.

En resumen: ¿Musicalidad? Pues sí, con matices, pero bien. ¿Afinación? La correcta, sin duda. ¿Volumen e intensidad? Pues no. Precisamente de la falta de eso pecaron los cuatro solistas invitados a los que, con la modestia de un simple aficionado, les diría que continúen estudiando y que no se atrevan con según que repertorio. El riesgo es alto y puede pasarles factura más adelante.

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