El concierto póstumo de los Beatles en la azotea consiste en cuatro personas que ni se miran, y que se reprimieron para no escupirse. A Antònia Font le ha llegado el momento de subir a la terraza, a recaudar sin amor. Definieron un país que no era el suyo, Cataluña se los apropió como antes a Barceló, igual que Londres a los de Liverpool. El exgrupo mallorquín es inexplicable y por eso multicopiado. Gestionan sus ausencias con maestría, más valiosos cuanto más invisibles. En sus nuevos conciertos de despedida deberían dejarse las barbas, como los Beatles mustios.
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