Lleno total para esa convocatoria que, después de quince meses, hizo la Coral Universitat. Un encuentro con su público, lleno de interés y emotividad. Eso sí, con mascarilla y distancias de seguridad. Un concierto para cerrar ese no curso, esa no temporada de conciertos.
El interés vino de la mano de las obras que luego analizaremos y la emotividad estuvo presente durante toda la sesión, ya desde el inicio con las palabras a modo de presentación de Joan Company y hasta el final con la inclusión, fuera de programa, de tres regalos vocales, con el Alleluya de Cohen como colofón final a una tarde para el recuerdo.
Vayamos a las composiciones. Como bien dijo Company, la coral eligió un programa ecléctico, con obras del renacentista Thomas Tallis junto a The road man de Stephen Paulus, con Lidia Fernández y Magdalena Font como solistas, o el Cantique de Jean Racine de Fauré, obra mística como pocas, seguido de Dirait-on del contemporáneo Morten Lauridsen; también nos encontramos con un fragmento de Un Requiem Alemán de Brahms interpretado por Irene Gili, seguido de Pacem de Lee Dengler, con el oboe de Margalida Ramis; Inès Mas puso voz a la parte solista de El pi de Formentor de Maria del Mar Bonet justo después del Ave María de Javier Fajardo o la Cançó per a Mossèn Alcover que Antoni Parera escribió sobre un texto de Janer Manila, justo antes de dos piezas de nueva creación: Dulce solum natalis patrie de César Reda Gutiérrez y la Cançó d’amic, con letra de Teodor Suau y a la que ha puesto música Josu Elberdin.
Con todo esto, no podemos menos que calificar el encuentro de necesario e interesante. Como siempre, el grupo vocal cumplió las expectativas de calidad esperadas y los asistentes no pudimos más que levantarnos para aplaudir, de forma sincera, esa hora y media de música vocal en vivo y en directo. Como decía alguien al finalizar la sesión «coral vé de cor», pues eso.