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Con ciencia | Quimeras

Desde el momento mismo en el que la ingeniería genética alcanzó el nivel técnico para obtener en el laboratorio embriones con mezcla de material genético de diferentes especies, se hizo realidad la posibilidad, imaginada antes sólo en el arte o las novelas, de obtener quimeras, seres que son algo así como una combinación de animales distintos. Bastaría con producir el embrión quimérico in vitro y dejarle luego prosperar; si los procesos naturales no se encargan de volverla inviable, la quimera terminaría por «nacer».

Sólo el hecho de producir un ser vivo en el laboratorio mediante técnicas de clonación, como sucedió a partir de la oveja Dolly, supuso ya unos debates éticos considerables sobre lo lícito de sustituir la generación natural por la artificial. Pero lo que estaba en el ánimo de todos era la frontera en principio infranqueable de producir mediante ingeniería genética embriones humanos en el laboratorio. Las dudas acerca de cuándo en realidad aparece un ser vivo, si en el momento mismo de la concepción o cuando el embrión comienza a desarrollar las distintas partes de su anatomía, dejaban aún en el claroscuro moral la generación de embriones humanos por razones de progreso científico siempre que se destruyesen mientras eran todavía una masa de células indiferenciadas. Hubo timadores profesionales que se aprovecharon de la facilidad de generar escándalo asegurando haber producido por clonación un embrión humano y haberlo implantado en el útero de una mujer pero del resultado nunca se supo.

Se da ahora un paso adelante con la noticia de un trabajo, publicado esta vez en una de las más prestigiosas revistas científicas, Cell, en el que se producen por vez primera quimeras entre especies con células madre humanas que se incorporan al material genético de un animal. El experimento ha sido realizado nada menos que por el equipo de Juan Carlos Izpisua Belmonte, un investigador español de enorme prestigio que cuenta con una cátedra en el Laboratorio de Expresión Génica del Salk Institute de La Jolla (California, Estados Unidos). El objetivo era el de comprobar la viabilidad de las quimeras que, imposibles si se trata de especies evolutivamente alejadas de la nuestra como ratones o cerdos, resultaban sobrevivir al implantar células madre pluripotentes humanas (hPSC) en embriones de mono. Al proliferar y generar nuevas generaciones de células quiméricas, es posible conocer mejor los mecanismos de desarrollo específico de las células humanas en los embriones de mono. Con la esperanza puesta en nuevos tratamientos médicos.

Existe aún un clavo ardiendo al que agarrarse ante semejantes quimeras. No se están fabricando embriones humanos modificados con material genético de otros primates sino al revés. Pero el terreno que pisamos es cada vez más resbaladizo.

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