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CON CIENCIA

Fatiga

Una niña en una videoconferencia.

Ha causado furor en la prensa generalista la noticia de que ya hay una explicación científica acerca de por qué el teletrabajo nos cansa tanto. Las videoconferencias nos dejan exhaustos, confundidos y desanimados pero ¿por qué? El reportaje que he leído comenta un trabajo de Jeremy Baileson que habla de la fatiga de zoom y el efecto ascensor como explicaciones de nuestro cansancio. El Zoom, la herramienta de videoconferencia más utilizada al parecer, nos obliga a interactuar con un mosaico de caras que vemos mal e interpretamos peor —el lenguaje gestual se esfuma— y, encima, una de las caras que vemos es la nuestra. De inmediato me acordé de la vez en que di desde la Universitat a Distància de la UIB una charla para la sede ibicenca y en la pantalla me veía a mí mismo hablando. Jamás me salió peor una clase.

Baileson relaciona ese cansancio psicológico con lo que sucede en un ascensor (de los de antes de la pandemia) en el que los desconocidos con los que coincidíamos estaban a escasa distancia. Para no mirarles a los ojos nos fijábamos en el techo o el suelo contando cada piso que faltaba para llegar al portal aunque el tiempo se alarga cuando hacemos eso. Así que busqué el artículo de Baileson, director, por cierto, del Laboratorio de Interacción Visual Humana en la universidad de Stanford (California, EEUU), y ha aparecido en la revista Technology, Mind and Behavior.

Las revistas científicas serias —no todas lo son— publican resultados de investigación como norma común y, si incluyen otro tipo de artículo, dejan muy claro que se trata de un editorial, de una revisión de publicaciones previas, de una carta al director o de un comentario. Mucho me ha extrañado, pues, leer el trabajo de Baileson y comprobar que no es el resultado de experimento alguno; algo que en cierto modo queda anticipado en el título que, traducido al castellano, dice Sobrecarga no verbal: un argumento teórico para las causas de la fatiga del Zoom. Baileson une las conclusiones de la literatura científica sobre las relaciones a corta distancia previa a la pandemia a las observaciones hechas por él de las videoconferencias y desgrana una teoría de la fatiga basada sobre todo en conjeturas de sentido común que, por prudentes que siempre sean, no se someten luego a prueba mediante ningún experimento.

Siendo así, ¿por qué los diarios han prestado tanta atención a algo de contenido tan débil? Imagino que en parte porque lo que dice Baileson coincide con lo que sentimos que nos sucede, y no hay nada más reconfortante que confirmar que tenemos razón. Pero hay un argumento aún más potente en favor de Baileson: define dos nuevos síndromes, el de la fatiga del Zoom y el del efecto ascensor. Siempre es todo un triunfo inventar una nueva expresión para nombrar las cosas corrientes.

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