Falta de claridad, improvisación o la constatación de que la cultura no es políticamente rentable. El paso del departamento de Cultura a la nueva conselleria de Fondos Europeos y Universidad de la que es titular Miquel Company se ha acogido con sorpresa y desánimo en el sector. El cambio viene a señalar un punto de inflexión en esta mitad de la legislatura, un momento en el que habrá que afrontar la era post covid que está a punto de comenzar.

Para ninguno de los consultados queda claro si será beneficioso para el sector el hecho de que Cultura comparta conselleria con los tan deseados fondos europeos. «El tema de Europa es de un hermetismo absoluto, no se ha querido hablar con el sector», lamenta Carles Molinet, portavoz de la plataforma de empresas culturales CREA. Molinet reclama una ley de Industrias Culturales y la definición del marco de actuación del Institut d’Indústries Culturals (ICIB) y del Institut d’Estudis Baleàrics (IEB). Así, el ICIB debería centrarse en el desarrollo de políticas dirigidas al sector económico de la cultura, y el IEB a facilitar el acceso a la cultura y fomentar la creación. Ambas propuestas coinciden con las reivindicaciones de Illescena, la Associació d’Empreses Balears d’Arts Escèniques, que esta misma semana ha pedido la destitución del director del IEB, Mateu Malondra.

Los creadores demandan más ayudas a la producción y la investigación.

«Nos ha venido un poco de nuevo el cambio. Habrá que volver a empezar y explicar de nuevo la situación», dice Isis Montero, presidenta de ProMúsics, la Asociación de Profesionales de la Música. Como representante de este colectivo, Montero recuerda que muchos profesionales «llevan sin trabajar desde octubre de 2019» y por ello insiste en que «hasta que no se reactive al cien por cien el sector, y no veo nada claro que esto ocurra este verano, tienen que seguir ayudando porque estamos en una situación crítica». Montero también lamenta que las ayudas se destinen a empresas y autónomos «cuando la mayoría de los músicos son trabajadores por cuenta ajena».

Mercedes Prieto, presidenta de la Associació d’Artistes Visuals de les Illes Balears (AAVIB), no cree que los fondos europeos que se puedan conseguir repercutan en cultura: «Parece que el destino es otro», opina. Critica que «tal y como se plantean las ayudas, acaban en la industria porque a la base, a los creadores, nunca llegan». Se pregunta qué sentido puede tener sin los creadores «este tipo de cultura mercantilizada, pensando que el tejido son las industrias culturales, los empleados, los autónomos». No alberga esperanzas en que haya una mejora tras la remodelación: «Parece más de lo mismo, la cultura ha quedado como algo residual. Hace tiempo que se han desentendido».

Para Carles Gispert, fundador de la asociación cultural Aatomic Lab, es necesario tener en cuenta no sólo al sector sino también a la ciudadanía «dándoles poder de decisión y fomentando la participación». Detecta una falta de planificación y de claridad «aunque en la pasada legislatura se trabajó en un Pla de Cultura», recuerda. En este sentido cree que debería recuperarse esta herramienta, disponer de financiación para la investigación artística y, sobre todo, que la crisis sirva para replantearse «un cambio radical y revolucionario».

«Si hubiera una conselleria de Cultura, podría coactuar con otros departamentos», apuntaBiel Mesquida. El escritor ha recibido con tristeza lo que para él supone una nueva degradación: «El nuevo conseller le dedica tres líneas en su primera entrevista, demuestra que políticamente la cultura no es rentable», refiere al tiempo que constata que «los creadores son los grandes abandonados», se lamenta.

Músicos profesionales esperan que las ayudas al sector se mantengan hasta que se recupere la actividad.

Músicos profesionales esperan que las ayudas al sector se mantengan hasta que se recupere la actividad.

Pedro Mas, actor y secretario de la Associació d’Actors i Actrius Professionals, dice tener más preguntas que respuestas ante los cambios que afectan al departamento de Cultura. Se pregunta, por ejemplo, dónde ha quedado todo el trabajo realizado para confeccionar el Pla de Cultura. «Los políticos solo piensan con dos o tres años vista, no hay una apuesta real a largo plazo». Opina que fue «muy significativo» que se eliminara la conselleria de Cultura y sobre esta primera mitad de la legislatura admite que «ha habido un diálogo fluido con la delegación, pero no ha llegado a ninguna parte». Lamenta que no haya «fe en que la cultura pueda ser un sector potente».

Alternativa a las industrias

Una de las cuestiones que llaman la atención de Pere Vicenç, analista de políticas culturales, es que «se habla mucho de sector, que tiene que ver con una terminología económica, y muy poco de tejido, que es más bien una capa social». Vicenç, defensor también de la Renta Básica Universal, cree que la cultura debería ser un elemento de formación permanente y que su fomento entre la población iría en beneficio de las industrias culturales: «Sin embargo, lo que buscan los empresarios es una ayuda directa continua y sostenida en el tiempo y sin límite. La crítica es que el modelo que tenemos de industrias culturales es absolutamente clientelar y que hace falta pensar en otro modelo». Vicenç considera que hay que preguntarse qué retorno va a tener la ciudadanía de las ayudas que van a parar a las empresas, unos recursos que, según él, siempre van a parar a las mismas manos. «El tratamiento informativo de la cultura siempre es cuantitativo. El Pla de Cultura era una promesa de aumentar el presupuesto, ahora la promesa son los fondos europeos, pero qué es lo que pide la población sobre el tema cultural», interroga.