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Albert Pinya: "Me considero un hijo bastardo de la pintura"

El artista mallorquín recopila en la monografía ‘Muladar’ sus diez últimos proyectos, donde abandona lo narrativo y abraza un lenguaje más libre

El artista Albert Pinya, ayer, en su estudio de Palma

Albert Pinya siente la necesidad de documentar en formato libro las distintas etapas por las que ha pasado su pintura. Ya lo hizo con la primera monografía que publicó en 2017, Agropower, y ahora lo ha vuelto a hacer con Muladar (AdiA Edicions), un volumen de tapa dura que reúne sus diez últimos proyectos, «un trabajo que engloba seis años», explica.

El salto que ha dado su pintura es significativo. En Agropower, la obra era muy narrativa y descriptiva, vinculada al entorno local. «Me llegué a sentir incluso constreñido por la temática», confiesa. Para eliminar esa opresión, hubo de darle un vuelco al proceso de creación abandonando la peripecia, la anécdota, el tema. «En Muladar están esos trabajos en los que se ven mis intenciones de querer descubrir nuevos horizontes, de adentrarme en territorio desconocido, de ser impertinente con mi conformismo, de abandonar la pintura plana», relata.

Su manera de hacerlo fue antiescolástica y lejos de cualquier canon o tendencia del arte contemporáneo. «Yo me considero un hijo bastardo de la pintura», confiesa. «No tengo una filiación clara y no me representa ninguna línea actual del arte de nuestros días», agrega.

Algunos de los proyectos donde se ve a un Pinya arriesgado e incluso oscuro (algo poco habitual en un artista de colores brillantes) son Vanitas con sarampión, los que realizó para el MAC-Museo de Arte Contemporáneo de Lissone o Wormhole en la galería italiana Martina Corbetta, para la que actualmente prepara obras que se expondrán en enero de 2021. «Ahora estoy en otra etapa nueva, menos pura pictóricamente, en la que he vuelto al dibujo», explica.

En la publicación, enriquecida con textos de Enrique Juncosa, Joan Miquel Oliver, Jaume Munar, Pilar Rubí, Marcos Torío, Sofía Moisés, Jaume C. Pons Alorda, Lucia Pietrelli, Emili Sánchez-Rubio y Agustín Fernández Mallo, también se muestran piezas que no han sido expuestas en ningún espacio «pero que son importantes para explicar este hilo conductor de mi trayectoria».

El título Muladar está vinculado con la poesía, es una palabra que se cruzó en el camino de Pinya cuando leyó el poema De profundis de Dámaso Alonso. «El muladar es el lugar donde se guarda el estiércol. Metafóricamente, en este libro se recogen todos mis residuos. Es un título en clave irónica».

La bastardía del mallorquín no sólo reside en su lenguaje. «Pienso que es algo que también está relacionado con el hecho de que no sólo me junto con pintores, sino que me relaciono y hago proyectos con poetas, músicos, chefs, activistas medioambientales, incluso con biólogos. Para mí no hay fronteras. Salgo de los muros y de los espacios oficiales, y busco que el arte se integre en la cotidianidad», concluye.

Comisario y padrino del joven artista mallorquín Samuel Almansa

Albert Pinya acaba de comisariar también la primera exposición individual del joven artista mallorquín Samuel Almansa, titulada TIGGY, y que se inaugurará mañana, a las 19 horas, en Taca (Palma). La propuesta se desarrolló en pleno contexto pandémico. En ella reluce una esencia alentadora y entusiasta provocada, en mayor medida, por el cromatismo vibrante, enérgico y exótico que desprenden las piezas del proyecto, articulado a partir de una selección de pintura recientes ejecutadas sobre tela y papel, donde predominan las técnicas mixtas y el uso del espray. El artista está interesado también en relacionar la cultura digital con la plasticidad de lo físico y lo material. m.e.v. palma

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