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A tiro

Cultura per a tothom

De unos años a esta parte, la brecha cultural de la población se ha agigantado. La brecha cultural hace referencia a la distinción entre aquellos que tienen acceso a la cutura y aquellos que están excluidos de estos servicios por diversos motivos. La profundidad de esta fisura se debe a la creciente desigualdad social y al goteo de recortes en los servicios culturales públicos, cada vez más esquilmados porque, entre otros motivos (el fuerte descenso de las rentas del trabajo es una muy clara), el capitalismo ha sabido equiparar mediante mensajes constantes que cultura es sinónimo de industria del entretenimiento, un enorme sector que está en manos de fondos privados y las grandes tecnológicas. La cultura está saliendo de manera preocupante de la esfera pública. De toda la filosofía del estado de bienestar, únicamente sobrevive no sin oponentes el binomio educación y sanidad. La corriente de pensamiento dominante (la cultura ya no es un bien comunitario) ha calado tan hondo que la gran mayoría de personas piensa en subvenciones al sector creativo privado cuando salen a colación instituciones como el ministerio o la conselleria de Cultura. El problema es que ese mensaje también ha calado en la izquierda. En Balears, los casos de equipamientos públicos infradotados y con escasas posibilidades de llegar a la ciudadanía a través de programas educativos y de mediación social es más que flagrante. La frágil estructura existente está en peligro. Y no hay el menor interés político en remediarlo. Como informó este diario esta semana, los presupuestos culturales descienden y algunas partidas se mantienen paupérrimas. La premisa principal del ilustrísimo Pla de Cultura -aumentar el presupuesto hasta llegar a doblarlo en varios años- ha quedado en nada. De hecho, nos ha salido a pagar. Porque la redacción de ese Pla aprobado por los mismos partidos que ahora gobiernan tuvo unos costes: personales y económicos. Recursos que habrían servido para crear un equipo educativo o de mediación comunitaria en el Museu de Mallorca, por ejemplo. Porque la cultura es cada vez más un entorno frecuentado por las élites y los convencidos. Y no es vista como una herramienta de cohesión social, comunitaria, vecinal. Esta brecha cultural, aceptada de manera natural por la mayoría de la opinión pública, es una muestra más del desclasamiento de la mayoría de la población. Un hecho que choca frontalmente con el ideal democrático de igualdad entre todos los ciudadanos. Estos presupuestos que acaban de presentarse no se corresponden con el lema buenista de la izquierda: "Cultura per a tothom".

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