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Crítica de cine

La despedida de Eurídice

Argumento muy sencillo. Siglo XIX. En una isla remota de Bretaña una mujer ( Merlant) recibe el encargo de retratar a una joven ( Haenel); cuadro que se añadirá a la dote de esa chica en su cercana boda. Los personajes se limitan a esos dos personajes, la madre de la retratada ( Golino) y una chica de servicio ( Bajrami). El entorno, un casón aislado, mar, acantilados y playa.

La primera parte explora la relación entre retratista y retratada, planteando la cuestión de si deben conocerse, entablar amistad para reflejar la personalidad de la posante; o mantener una cierta distancia para no contaminar el juicio de la artista. Leve cercanía temática con la reciente Final portrait, el arte de la amistad (sobre Giacometti), sin la truculencia psicológica de El túnel de Sábato. La segunda parte deriva en un laberinto pasional muy femenino. Un amour fou con fecha de caducidad difícil de evitar que plantea un conflicto: ¿la amante es egoísta al pretender desbaratar la boda? ¿O cobarde la prometida al resignarse al matrimonio concertado? Ligado explícitamente al drama de Euridice, debatiendo si la acción de Orfeo fue impulsiva o premeditada. La criada refuerza con toque pastoral la loa al interclasismo y un feminismo nada beligerante (los hombres son fugaces figurantes, sumando tres líneas de diálogo en todo el filme). La austeridad, aislamiento y belleza de los paisajes se contagian y realzan todas las facetas del filme: los medidos diálogos, las prolongadas miradas, la ausencia de banda sonora (excepto el Concierto n.º 2 en G menor de Vivaldi) o la belleza nada artificial y el talento de las actrices.

Retrato de una mujer en llamas

Francia, 119 min.

****

De Celine Sciamma. Actores: Noémie Merlant, Adèle Haenel, Luana Bajrami, Valeria Golino. Cines: Augusta

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