Aunque "en España se entierra muy bien", según dictaminó Rubalcaba, va a tropezar usted con numerosos matices en los obituarios del rey Arturo Fernández. Solácese con esta excepción, porque ha sido uno de los grandes de la escena. El galán octogenario se sitúa por encima de los enojosos multipremiados por la cultura oficial, para alcanzar la estatura colosal de un Paco Morán, o de Esteso y Pajares. Me he reído sin pecado en cada uno de sus espectáculos, pagando con gusto los euros no subvencionados frente al calvario de soportar a la intelectualidad con fondos públicos. Por no hablar de su ética laboral. No ha muerto en el escenario, porque allí vivirá por siempre.
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