P ¿En qué momento nació su afición por las playas?

R Estudiando Geología marina en la Universidad de Oviedo un verano decidí que quería escribir una guía de playas. Y quise hacerlo en un sitio bonito: Ibiza y Formentera. Con cuatro duros y una bici me recorrí las dos islas enteras. Tenía 20 años.

P ¿Le costó publicar esa primera guía?

R La moví entre varias editoriales de Asturias y todas me dijeron que 'sí', que me la publicaban. Al año siguiente hice la de Mallorca. Ahí empezó mi afición por el litoral. Me saqué todas las titulaciones de navegación y recorrí de manera profesional, como un explorador, los litorales no solo de España, también los de Córcega, Cerdeña, Croacia, Francia, Portugal, Canarias... Escribí acerca de todo y lo fotografié todo. Publiqué en todas las revistas de España y de Europa, hasta que llegó la crisis en las editoriales.

P ¿En qué medida le afectó?

R En las revistas en las que colaboraba empecé a notar que la gente estaba desmotivada. Se maquetaban soberanas porquerías y se repetía aquello de "el papel se va a morir". Yo hago las cosas por ilusión, y faltaba ilusión. Disfruto con lo que hago y me siento orgulloso de ello. Cuando dejé de ir al quiosco a comprar la revista en la que publicaba mi reportaje, por desilusión, decidí montar mi propia editorial con mi mujer.

P Y la llamó La luz en papel.

R "El futuro es el digital, en papel no venderás", me decían. "Ya lo demostraré", contestaba. Para la primera guía con mi editorial no tenía distribuidor y nadie quería mi libro. Así que fui a una imprenta y encargué 5.000 libros, que llegaron a mi casa en once palés. Decidí ir a Palma y coger un expositor en la Feria del Libro de Palma. "Os comeréis los mocos, ni para cubrir gastos", me soltaban. Vendimos 980 libros. Nos cubrió todo de sobra, y a partir de ahí llegaron las guías de Menorca, Cataluña y otras.

P ¿Qué le pide a la playa ideal?

R Tengo amigos que dicen que si una playa no tiene chiringuito donde sentarse a tomar una cerveza no es playa. Yo soy de playa virgen, no me importa tener que caminar, mientras llegue y esté todo perfectamente cuidado, como las playas del Parque Natural de Llevant, que no están minadas de hamacas y sombrillas. La toallita y la sombrillita, de casa. Ese es mi ideal de playa, sin edificios ni coches pitando detrás.

P En sus guías ofrece una playa para cada persona.

R Claro, porque hay quien va con niños y quiere aparcar cerca de la playa; gente que quiere un baño y sombra; otros que buscan un chiringuito y música chill out de fondo; personas que quieren practicar el nudismo y que nadie les moleste... Por eso en las guías pongo cada playa seleccionada en perfiles de usuario: para parejas, familias, senderistas... Yo me encajo en el concepto de playa de senderista, a ser posible calita chiquitita, recogida, me da igual si es de grava, y si viene más gente me da lo mismo mientras sea respetuosa con el paisaje.

P ¿Mallorca respeta sus playas?

R Los mallorquines, a nivel general, sí. Quienes no respetan mucho son los que vienen de fuera, en busca del mismo sol que hay en Turquía o las islas griegas. Pero si les sale más barato, vienen aquí. Realmente les da igual la playa en la que estén. Los que compran mis guías sí respetan y quieren descubrir lugares. Ahora bien, el que va a la playa que está justo delante de su hotel, y considera las algas como suciedad, sin entender que la posidonia es sinónimo de agua limpia y no basura... eso es turismo. Un viajero se integra en el ambiente, en la cultura.

P Plásticos, vertidos, presión turística sin límites... ¿Las playas de Mallorca tienen fecha de caducidad?

R Si no se invierte en el tema de gestión de residuos, sí. El problema de Mallorca y otros destinos turísticos que tienen una temporada marcada es que lo que se produce de deshechos en verano no tiene nada que ver con lo que se produce en invierno. Si no invertirmos en depuradoras para la época punta de verano, habrá vertidos y se cerrarán playas. El litoral mallorquín está enfermo pero tiene cura. Lo que más me preocupan son los vertidos y la construcción a lo loco en el litoral. En Mallorca sigo viendo auténticas barbaridades que no encuentro en ningún otro sitio de España. Los políticos deberían mojarse más por las playas. Y no hay que demonizar a quienes navegamos porque los que amamos el mar y lo respetamos sabemos lo que se tiene que hacer y lo que no.

P ¿Cómo es la vida de un playólogo?

R Tiene dos partes muy diferentes. En invierno trabajas con todo el material y contenido que has ido sacando en verano: ordenador, fotos, edición de vídeo, redacción, maquetación... Y la otra parte, la que más me gusta, es estar todo el día explorando. Yo me defino realmente como explorador del litoral. Y es apasionante. Me levanto por la mañana del barco, donde vivo seis meses, cojo la auxiliar y empiezo a ver lo que hay aquí y allí. Si el mar no está para navegar bajo a tierra y a patear o rodar en bici eléctrica. A disfrutar de todo, de los caminos, de una puesta de sol con un mojito, de la cocina auténtica... Empaparse del territorio y disfrutar. Porque lo que tendré que transmitir en invierno es lo bien que me lo he pasado, lo bonito que es, los planes que haría, las calas que visitaría... Con mis guías intento que la gente se anime a salir de su casa y disfrute de lo que tiene al lado de donde vive. Cuanto más disfrutas tu tierra más aprendes a amarla y respetarla, que es lo que hace falta en Mallorca, amor, respeto y orgullo por esta tierra. Mallorca aun conserva sitios maravillosos, zonas vírgenes brutales que a veces son más conocidas por los extranjeros que por nosotros.