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Fernando Schwartz: "Para tener una carrera en el servicio público, hay que ser muy ambicioso"

"Los periodistas sí padecéis peligros de verdad, os matan sin que haya consecuencias"

Fernando Schwartz (Ginebra, 1937), esta semana, en el Portixol. daniel collada

P ¿Está basada la novela en episodios o personajes reales?

R No. Pero la descripción de personajes se basa en personas y caracteres que he conocido a lo largo de mi vida, como es normal. Pero no he dicho voy a coger a este general centroafricano y voy a escribir sobre él. Son estereotipos. Me han comentado que lo que cuento podría tener que ver con Guinea Ecuatorial. Yo creo que no. Aunque Obiang es un bárbaro, yo buscaba uno más bárbaro todavía.

P A usted le hubiera gustado ser como Meneses, ¿verdad?

R ¡Por supuesto!

P ¿Porque lo habría hecho mejor como diplomático?

R Seguro que sí. Me divertí mucho como diplomático, pero lo habría pasado aún mucho mejor aplicándole a mi vida frescura y sinvergonzonería. Pese a que yo no me tomaba en serio a mí mismo, sí me tomaba en serio mi trabajo.

P Meneses también se lo toma.

R Lo que pasa es que Meneses va un punto más allá. No le paran. A mí me paraba la vida. Meneses tiene un problema, que es que tiene una conciencia que no le deja en paz. Sobre todo el episodio del hospital en la jungla, acerca del que específicamente en Madrid le dijeron "no te metas en esto, tú vas a restablecer relaciones, déjate de historias", pues él va por puro sentido de la rabia, de que le hayan hecho eso a una docena de personas inocentes. Meneses se promete sentencias de muerte. "Éste, se acabó. Este otro, también". Es verdad que él tiene una conciencia que no le impide torturar, engañar€ Pero sí existe un límite que sólo él conoce. Un límite que no tiene nada que ver con tu conciencia y la mía, pero que existe. En el libro no se sabe muy bien dónde están sus límites y por qué esos límites están ahí.

P ¿Por qué ha buscado que esos límites no se supieran del todo?

R Que cada lector interprete lo que quiera. Me gustaría también que cada uno de ellos se preguntara dónde están los suyos propios. Mira, con esta novela, he querido cambiar mi sistema de escritura. Este libro no tiene nada que ver con mi estilo de novelas anteriores. Tal vez algo con una que se llama El peor hombre del mundo, donde había un policía que sí era un tipo lleno de humor y de pocos escrúpulos.

P Que vaya Meneses tiene sustrato de novela negra.

R Sí, tiene eso. Esas morales difusas€ Yo incluso he ido más lejos para dar una pista cuando Atumu le dice a Meneses: "Tú has tenido en tus manos un kalashnikov, y sabes cómo dispararlo".

P Tiene un punto del Falcó de Pérez-Reverte.

R Lo he pensado. Y lo he discutido con Arturo. ¿Sabes cuál es la fundamental diferencia entre Falcó y Meneses? Que Falcó es un servidor del Estado que desprecia a sus jefes. Mientras que Meneses juega sus cartas, le sienta mal o le sienta bien que le encarguen el trabajo, pero nunca le echará la culpa al que se lo encarga. Si sale bien o mal, es culpa suya. Es la sustancial diferencia entre un personaje y otro. A mí Falcó me divierte mucho, pero no es lo mismo.

P ¿Al final es siempre el pastel económico lo que determina las relaciones entre los países?

R Claro. Siempre alegan un motivo elevado y de gran dignidad. Sólo si rascas, ves lo que se esconde. En este caso concreto, el de la novela, no hay engaño. Meneses tiene que recuperar las relaciones con Mazambezi porque queremos el petróleo y el coltán. Punto. Y le dicen que ha de hacer lo que sea necesario para conseguirlo. Entonces él va y hace lo necesario para conseguirlo y lo consigue. La diferencia entre los tres personajes fundamentales, que son Atumu, Meneses y su ministro, es que Atumu es un optimista, un idealista; Meneses estimula ese optimismo e idealismo, sabiendo que no tiene solución, y al ministro de Asuntos Exteriores le da igual: él lo que tiene es un objetivo y hay que cumplirlo. Son tres caracteres radicalmente distintos que se mezclan en la acción.

P Son los tres estereotipos que nos solemos encontrar en los conflictos. ¿Usted dónde se sitúa en ese abanico?

R Yo soy más positivo y optimista que cínico. Lo que pasa es que donde estás metido te lleva al cinismo más que al optimismo.

P ¿A usted le ha pasado?

R Cómo no. Llegó un momento en que dije: "Ah, bueno, vale, ya sé de qué va esto". Me pasó en Kuwait. Cuando estaba en Kuwait de embajador. Me sucedió con el negocio del petróleo. Ahí claramente pensé, "ah, bueno, España en realidad no quiere€" Era un momento malo para el mercado español y necesitábamos con urgencia petróleo. Y yo estaba en Kuwait e hice lo posible y negocié un lío de petróleo bien. Hasta que me di cuenta de que a la gente este negocio no le importa si no lleva aparejada su propia persona. Lo comprendí de golpe. No voy a decir a quién me estoy refiriendo.

P ¿Qué cambió en usted en ese momento?

R Me distancié bastante de toda la misión pública. No perdí de vista que en el fondo nosotros estábamos representando a seres individuales que tenían sus problemas. Me acordaba de los cinco o seis años que pasé de cónsul en Londres donde volqué todo lo que tenía dentro para ayudar a la gente. Porque no tenía compromiso político ninguno. Yo era el último mono de la embajada. Y no me pedían ni exigían nada, sino al revés: me decían, no des la lata. Cuando ya me enviaron de embajador a La Haya, me dije, "vale, ya está, esto es lo que es, esto es divertido o no, pero esto es lo que es". Yo creo que eso fue lo que determinó al final que yo me fuera de la carrera. ¿Qué objetivo tenía un servicio público en esas condiciones? Ninguno.

P ¿Cómo ve a Pedro Sánchez?

R Sánchez es un hombre ambicioso, tiene ambición de poder, y no creo que se engañe excesivamente a sí mismo. Pero no me parece que sea un tipo inmoral, ni mucho menos. Está ahí porque está convencido de que es el mejor. Es legítimo.

P ¿Ingenuo?

R Lo es. Cuando dice necesito un acuerdo con todas las fuerzas políticas, yo creo que lo dice seriamente. No le van a hacer ni caso€ Pero va a ganar las elecciones. Las tres derechas están hechas un asco. Yo creo que las va a ganar. Es duro de decir, pero yo no tengo la ambición que se requiere para ir a un ministerio. Esa ambición tiene que ser tan fuerte que te permita pasar por encima de la porquería. Hay gente que lo hace. Yo creo que para tener una carrera en el servicio público tienes que estar dispuesto a no desviar la vista. Y eso no lo quiero hacer. No soy lo suficientemente ambicioso.

P Su batalla la hará desde los libros entonces.

R Sí. Es desde luego más tranquilo. Mis libros, sobre todo los últimos, creo que son moralizantes. Intento que no se me note que estoy metido en el tinglado, pero al mismo tiempo que la gente comprenda que yo tengo una postura moral de la que no me apeo y digo lo que me parece mal y me parece bien. Se ve en Meneses. Se veía en Héroes de días atrás, sobre La Nueve, se veía en Viví años de tormenta, aquella de la muerte de Franco y de lo que le pasaba a una familia de gente de derechas y franquista. Intentaba dar una visión objetiva del tema pero se me notaba mucho a favor de quién estoy. Ésa es la misión de un novelista. Un novelista no puede ser un ser objetivo.

P ¿El trabajo de diplomático es muy distinto ahora ante el big data o el espionaje cibernético?

R La diplomacia en sí como trabajo personal igual ha cambiado porque los medios han cambiado. Se han profesionalizado y sofisticado. Sigue habiendo diplomáticos para quienes la diplomacia es un escalón social y hay diplomáticos que son profesionales serios y trabajan. Por ejemplo, pienso en todos los diplomáticos que están destinados en la UE. Esos tipos son serísimos. Trabajan muy bien. Lo que ocurre es que también les ha pasado por encima la prensa. Sois mucho más rápidos, tenéis una información mucho más precisa e inmediata. A la mañana siguiente está en el periódico. Recuerdo que siendo embajador en Holanda, llamé a uno de mis colaboradores y le dije: "Hazme de aquí a pasado mañana un informe sobre el estado de la eutanasia en Holanda y sobre cuáles son los límites de la muerte o el asesinato€ Quiero que llegue a Madrid antes que a las crónicas de los periódicos". No lo conseguí, claro. Me cabreé muchísimo con él. Es una traición. Los periodistas españoles estaban encima del tema, buscaban, querían saber. Yo decía que había que llegar a tiempo para que lo planteáramos en ese momento que teníamos a un gobierno socialista en el Congreso. Han pasado casi 30 años de eso. Se fastidió el tema y podríamos haber sido mucho más serios. En ese sentido, la diplomacia ha perdido. Y por supuesto que ha cambiado. Por eso tal vez sugiero que haya que ir a personajes tipo Meneses, que se las componen por sí mismos a gran velocidad, que tienen una reacción y que tienen poco respeto por la autoridad. Yo creo que la cosa debería ir por ahí.

P ¿La diplomacia no es eficaz?

R No me lo preguntes. Quiero decir las cosas que pienso y comprendo que a veces no son muy correctas. En este punto me contengo: ¡no quiero que me envenen la sopa!

P Es una carrera peligrosa.

R Sí, pero los periodistas padecéis más ese peligro. Os matan sin que haya consecuencias. A nosotros los diplomáticos hay un punto en el cual es arriesgado matarnos porque sí tiene consecuencias en las relaciones entre países. El diplomático vive una situación de peligro, pero menos. Al periodista no le salva ni la paz ni la caridad.

P Jamal Khashoggi no salió vivo del consulado saudí en Estambul.

R Es un caso muy fuerte. Escribí un artículo en El País muy enfadado sobre esto. Ese líder saudí es un asesino. Estoy seguro de que nada de esto habría sido posible sin Trump en La Casa Blanca. Ahora que ya le ha dicho Mueller que no fue responsable y todas esas cosas, se ha crecido ese grosero e idiota. Tiene ahora el camino abierto y me pregunto si los americanos son así de verdad. Yo siempre he creído que no. EE UU es un país que quiero que sea Obama. Hay que ver qué es lo que pasará en el 2020. Si consiguen desensillarle habrá esperanza, si no será un desastre. Odio a Trump porque le falta fineza. Yo recuerdo a Andreotti. Andreotti era un hombre que apreciaba la finezza. Y sospecho que le gustaba más la esgrima que el resultado. Era un tipo estupendo. Y eso me hizo admirarle. Eso es lo que le falta en proporciones megalíticas a Trump, que es un animal. Me da mucha rabia que este hombre ensucie esa presidencia. Y se salte todo. No pueden con él mientras no cometa un delito.

P O toque el bolsillo de alguien más rico y poderoso que él.

R Sí, también. Hay gente con más poder que Trump. Él es un matón cobarde, porque cuando se rodea de matones se convierte en una ovejita triturable. Algún día se enfrentará con uno de estos bestias y verás.

P ¿Hay que pedir perdón por la conquista de América?

R No. Decir que la conquista española fue sangrienta, ya, todas lo han sido. ¿Qué dicen de los estadounidenses que se llevaron por delante a las tribus indias? ¿Y de los franceses o los belgas? ¿Y de los italianos con Abisinia? Detrás de esto hay populismo. No se ha descubierto todavía un sistema por el cual la labor civilizadora sea totalmente limpia. No estoy muy de acuerdo, pero para hacerlo lo primero que tienes que hacer es conquistar el país.

P ¿El populismo siempre revisa la historia?

R Son las verdades alternativas que han descubierto el bueno de Trump y su gente. La historia hay que explicarla de otra manera, te dicen, nunca es exactamente como ocurrió. Pero tal vez, pienso yo, hay verdades universales que son inamovibles. No puedes buscarle a Hitler un punto de redención porque no lo tiene. Ni a Franco. De ninguna manera.

P Vuelvo al colonialismo. A África, el continente de su novela.

R La zona subsahariana ha padecido muchísimo la colonización. Para civilizar, colonizas primero. Sólo que allí nadie quería colonizar para civilizar, sino que querían colonizar para forrarse. Las guerras han sido siempre por las materias primas. No sólo han arruinado aquellas sociedades, sino que en el proceso de arruinarlas las han podrido. Porque han importado lo peor de Occidente. Los han corrompido. Hacen líderes a los que les dan dinero. En este sentido, la labor civilizadora de Europa es de las peores probablemente. Europa, con esos principios, con sus intelectuales... Tal vez los franceses fueran los menos malos. Porque colonizaron, vale, con la idea de tener un imperio, pero si miras el sudeste asiático, lo que es Vietnam y todo eso, ves que tenían un montaje donde también los habían hecho a ellos franceses, como en Argelia. Tenían academias de arte y los mejores iban después a París a estudiar. En cualquier caso, somos culpables. Horriblemente culpables de la colonización. Pero con América Latina pienso que los españoles no lo hicimos tan mal. Fue extraordinaria la acción bélica de conquista. Fueron poquísimos efectivos para allá. Y sí, claro que se afeó la conducta de los conquistadores. Pero al mismo tiempo consolidaron un idioma, como hicieron los ingleses en la India, una civilización, una cultura. Quizá deberían haberse abstenido con lo de la religión. Pero les dieron universidades, un sistema de gobierno y una mezcla de razas que no estuvo nada mal. Decir ahora que habría que pedir perdón por eso, pues no. En África no hubo mezcla de razas porque eran negros y los esclavizaron directamente. Ahí sí que deberíamos pedir perdón.

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