Con nueve ediciones supongo que no hay que citar la palabra consolidación. Se da por hecho.

Desgraciadamente en este país no hay más de seis o siete festivales de cine consolidados. El resto lucha de modo permanente para sacar sus proyectos. El Atlàntida está consolidado en internet, en la red Filmin, pero en Mallorca tenemos que luchar para poder repetir año tras año.

¿Contra qué se lucha?

Hay voluntades pero hay que acabar de confirmarlas. Todas las instituciones apoyan o quieren apoyar el festival de diferente manera pero a cualquier director de un festival le gustaría tener convenios garantizados por años que puedan permitir tomar más riesgos y crear más estructura. A día de hoy la voluntad de las instituciones es muy buena, no hay queja alguna.

Con las elecciones a la vista la negociación no habrá sido fácil

Ha sido un año complejo para un festival como el nuestro. No diré que es político pero tampoco prima la alfombra roja y la frivolidad. Al ser de carácter gratuito requiere una apuesta de las instituciones en espacios públicos.

¿Qué presupuesto manejan?

El festival cuenta con 300.000 euros de presupuesto, del cual las instituciones de Balears aportan una tercera parte.

¿Los 70.000 espectadores del año pasado, cifra récord en la historia del festival, significa haber tocado techo?

Creo que se pueden superar. La idea es llegar a los 10.000 espectadores en las salas y superar los 70.000 online. Pero las cifras me preocupan poco, lo importante es ver que hay un crecimiento constante y que se apuesta por la calidad, no con el afán de llenar espacios programando cosas que sabes que van a funcionar. Eso es sencillo para un programador, estrenar títulos conocidos para poder llenar. El mérito es que la gente acuda a ver películas que no son conocidas, que no son sencillas y además hacerlo en temporada alta.

¿Qué busca el espectador del Atlàntida?

Hay diferentes espectadores: está el que busca diversión, una parte lúdica, gente que ve una película en la que se analiza la situación de los jóvenes en Europa y después va a los conciertos; oros que buscan la reflexión más pausada, a través de las conferencias programadas, proyecciones y debate posterior; y también está el público cinéfilo que aspira a estar un poco más al día de aquello que se ha visto en otros festivales internacionales y que se muestra en Mallorca antes de cualquier otro sitio de España.

¿En qué espejos se mira su festival?

El Atlàntida es un rara avis. Cuando nació Filmin ya lo era, porque no había ninguna otra plataforma online, y con Atlàntida, lo mismo, al hablar de un festival gratuito, que habla sobre Europa y llega a diferentes tipos de público. No es un festival de cine solo para cinéfilos. Decidimos abrirlo y darle luz. No tenemos espejos. Nuestra mezcla es difícil y singular, una cosa de locos: festival gratis, en verano, en temporada alta, con un equipo muy pequeño y con seis sedes que hay que montar y desmontar. Y no nos centramos en proyectar en salas de cine sino que sacamos las películas de las salas para llevarlas a espacios singulares en los que estos dialogan con la cinta.

¿Cómo está encajando el Atlàntida, un festival proeuropeo, el Brexit o el procès?

Filmin es una plataforma europea con ayuda de la UE que ha llegado hasta aquí por la contribución del proyecto Europa creativa así que defendemos una idea de Europa integradora en la que todos nos sintamos cómodos. Confiamos en que después de haber visto cómo se iban confirmando todos los malos augurios, el Brexit, la llegada de Trump, Vox, Salvini y Steve Bannon, no acaben de consolidarse en los próximos meses con las elecciones. Confiemos en que la gente se movilice para que eso no suceda.

En materia de cine, ¿Mallorca puede sacar pecho viendo cómo crecen los festivales y los rodajes?

Queda mucho trabajo por hacer. El trabajo de los creadores para sacar adelante sus proyectos es casi heroico. Hay que consolidar una línea de apoyo a la producción balear para que se puedan crear largometrajes constantemente, no solo cortos. Este año presentamos seis producciones baleares, aunque sigue habiendo poca ficción, prima el documental. Talento lo hay, falta presupuesto.

¿Algún día se podrá hablar de una industria del cine en Mallorca?

Hoy se puede hablar de gente con mucho talento que trabaja pero para que haya una industria tiene que haber una regularidad y unos mecanismos que puedan alimentar esa industria. El cine es muy caro y necesita del compromiso de las instituciones a largo plazo.

¿Qué presentan hoy?

Una pequeña parte de la programación, que iremos completando en los próximas meses. Hoy nos centramos en la parte musical, con una fuerte presencia femenina; las producciones baleares; y los estrenos, entre otras pinceladas del contenido, que incluirá alrededor de 80 películas online y 40 proyectadas. Este año también habrá una serie muy especial que todavía no podemos anunciar.

¿Qué sedes tendrá el festival?

Castell de Bellver, donde tendrá lugar la inauguración; la antigua prisión de Palma, donde proyectaremos Acid, una película extraordinaria que inauguró el festival de Berlín, y donde actuará Mueveloreina, estrella del Sónar 2018 que se estrenará en Mallorca; Es Baluard; Ses Voltes; CineCiutat; y dos novedades: Can Balaguer y Ca n'Oleo.

¿Qué les ha llevado hasta Nauzet Mayor a la hora de elegirle como autor del cartel?

Después de Miquel Barceló, Albert Pinya y Ana Cabello queríamos seguir la línea de artistas baleares o residentes, y dar un giro, es decir, en lugar de pintura apostar por alguien de la escultura. Nos gusta la idea de sus caras rotos que acaban intentando encajar, como los países de Europa, una obra que transmite inquietud y calma a la vez.