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A Tiro

Lo de CineCiutat

No ando equivocada si afirmo que la riada de reacciones que hubo tras el cierre de las antiguas salas Renoir de Palma no volvería a producirse si desapareciera el proyecto que le relevó, CineCiutat. Y esta sensación que tengo no es fruto de una arbitrariedad emocional. Personalmente, sería un hecho doloroso: esas pantallas forman parte de mi educación sentimental y de la de muchos de mis compañeros de generación. Lo que fue un auténtico sueño se está convirtiendo en una pesadilla difícil de sacar a flote. Los resultados de las elecciones que ayer se celebraron en los cines no sé si dejan demasiado lugar para el optimismo.

Lo que fue un proyecto ilusionante que nació bajo la premisa de recuperar las salas de cine para el pueblo, ser un centro cultural autogestionado, lejos de los dirigismos habituales de las instituciones públicas, un espacio libre -o eso nos creíamos-, va camino de ser un espejismo. Y como en toda utopía, la cosa se ha ido complicando.

Las salas están lastradas por una gestión que no ha sido eficiente con los problemas y los retos que debían alcanzarse. Es un hecho. CineCiutat es un proyecto colectivo que exige una planificación a largo plazo, un trabajo sistemático y difíciles negociaciones con distintas voces (¡es una asociación!) que deberían haber obligado a los que lo dirigían a renuncias personales dolorosas. Es un proyecto común. Con una finalidad social. O así lo entendimos muchos que fuimos socios durante un tiempo.

El problema es que empezamos a ver y comprobar ciertos defectos en esa gestión: en CineCiutat se estaban reproduciendo los vicios del sistema, al tiempo que el proyecto iba perdiendo fuelle y las instalaciones acumulando deterioro. En primer lugar, asistimos a la eternización de un mismo sector en los cargos decisorios. Un hecho que bien sabemos va erosionando la democracia y la participación de la comunidad. Las voces disidentes del cine se quedaron sin cuerdas vocales, pero estuvieron a tiempo de señalar que hubo quien pudo ver su cargo en las salas como un medio desde el que gestionar diversos intereses personales.

En cualquier caso, CineCiutat debe volver a ser un proyecto ilusionante, colectivo de verdad, con gente dispuesta a hacer renuncias dolorosas, como es la proyección personal que puede brindar ocupar ciertos cargos de responsabilidad. CineCiutat debe recuperar la credibilidad perdida.

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