Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Sol y misterio

El último viaje

Es fácil imaginar el aspecto del cielo y el mar al poco de salir de Barcelona. Con las luces de la ciudad todavía brillando al fondo, y esas nubes sesgadas por la Luna al trasluz que parecen dibujos de tinta china

Imagen de alta mar. c. garrido

El mar no deja de ser un espejo. Cuando navegas, te parece una superficie infinita, plana, epidérmica. Pero el mar, como la mente humana, tiene dos dimensiones. La aparente y la oculta. la superficie y el fondo. Ese fondo del que, al navegar, lo ignoramos casi todo. Que oculta historias y personajes desaparecidos para siempre.

Cada vez que tomo el ferry para Barcelona, no puedo evitar el recuerdo de algunas historias terribles. Sobre todo cuando te colocas en popa, y ves los remolinos originados por las hélices. Y esa especie de camino marino que va dejando el barco. Como si efectivamente en las aguas pudiera abrirse algún tipo de sendero.

"La mar fa forat i tapa", dice la sabiduría popular. Las noches en alta mar resultan especialmente oscuras, profundas. Mientras el traqueteo de las máquinas hace temblar a la embarcación, allá abajo el agua se agita de forma invisible. Solo oscuridad, y algunas sombras blancas de la espuma.

Una de las historias que más me impresionaron fue la de Francesc Pigrau, un ingeniero barcelonés de 74 años. El caso adquirió notoriedad por la circunstancia de que era el marido de la célebre actriz cómica Mary Santpere. La noche del 27 de julio de 1987, el señor Pigrau subió al Ciudad de Badajoz que partía rumbo a Palma. Era una noche agitada, con fuerte marejada. Pigrau embarcó y entró en su camarote: el D-154.

Es fácil imaginar el aspecto del cielo y el mar al poco de salir de Barcelona. Con las luces de la ciudad todavía brillando al fondo, y esas nubes sesgadas por la Luna al trasluz que parecen dibujos de tinta china. El barco se balancearía a merced del oleaje, y algunos pasajeros saldrían a cubierta para evitar el mareo. En el camarote, el señor Pigrau escribió una nota. Luego se dirigió a la cubierta de popa. En aquel momento solo un joven miraba el mar negro y rumoroso. Inhóspito.

El testigo lo contó así: "Vino hacia mí y me entregó un sobre. Me dijo que se lo diera al capitán. Luego abrió la puerta que cierra el acceso al pasaje hacia la popa. Allí, en un agujero que se utiliza para pasar las amarras, se descolgó hacia afuera. Yo fui corriendo. Le grité que no se tirara. Pero él se arrojó al agua".

El joven dio la alarma y el barco se detuvo. El capitán, el mallorquín Lorenzo Morata, ordenó arriar un bote al agua. Pero la noche era muy oscura, las olas eran considerables. Y resultó imposible distinguir el perfil de un hombre en los alrededores del barco. Tras una horas, se tuvo que abandonar la búsqueda.

El cuerpo del señor Francesc Pigrau aparecería días después en aguas cercanas a Vilanova i la Geltrú. Lo encontró una barca de pescadores. El cadáver todavía llevaba la llave del camarote. Nunca se supo la razón exacta de su decisión, que resultó un gran golpe para su familia. En los últimos tiempos tenía una fuerte depresión. Pero no trascendió el contenido de su carta de despedida.

Como en esos casos tan señalados del destino, parece que las casualidades quisieran resaltar este trágico episodio. El patrón de la barca de pesca Miralpeix, Félix Mateu, había participado también en el rescate del windsurfista Xavier Muntaner, que se había perdido mar adentro con su tabla.

Y lo que resulta todavía más chocante. La viuda del señor Pigrau, la actriz Mary Santpere, era hija de un famoso empresario y actor. Nació en el tren, de camino a Barcelona. También fallecería en 1992 de una manera poco común. Subió al avión que la debía llevar a Madrid. Se durmió. Al llegar a Madrid, el pasaje descendió y ella seguía sin moverse. Había muerto.

Fue como si el destino hubiese querido que ambas personas acabasen su vida en en curso de un viaje.

Compartir el artículo

stats