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Crítica de Cine

Una película familiar

Recapitulemos: apostando por un cómic secundario y gamberrote de su extensísima biblioteca, Marvel transformó una propinilla de cincuenta millones en un bingo de casi mil. Deadpool ofrecía, respecto a los galácticos de la productora, un enfoque más adulto (humor negro, sarcasmo, muchos tacos, guiños culturales a los 80 y 90, violencia menos tamizada con algo de gore). Y, sobre todo, el arriesgado recurso creativo de la cuarta pared (hablar a cámara), que desconecta al lector/espectador de la ficción a cambio, si se acierta, de instantánea complicidad.

Esta segunda parte ironiza sobre el cine familiar tocando un tema jugoso (spoilers). El trauma de Deadpool (Reynolds) por la muerte de la pareja cuando estaba encinta, con posteriores amagos de suicidio y el progresivo proceso de adoptar a un acomplejado, malquerido huérfano adolescente con superpoderes (Dennison). En el coro de secundarios, aparte de la divertida tosca determinación de Cable (Brolin) destaca la pizpireta joven afro Domino (Beetz), cuyo único poder es atraer la buena suerte. No faltan incontables referencias culturales y de otros cómics; y una banda sonora muy Vevo (Celine Dion, Dolly Parton, Pat Benatar, Peter Gabriel, Cher y el precioso, y completo, Take on me desenchufado de A-Ha). En el debe del filme hay que anotar la habitual bipolaridad de este género respecto a la violencia. Los buenos siempre se llenan la boca de cantos a resolver los conflictos por las buenas mientras no dejan de utilizar armas y puños por esas buenas causas. Otro pero es que el personaje protagonista no deja de ser el gracioso de la clase, tan divertido como cargante en su ansia por ser el centro constante de atención.

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