Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La protagonista Pauline Burlet.

Crítica de Cine

Aguilas, buitres y palomas

Al este de Madrid es leyenda el Rey de Patones, que gobernó unos años sin que Pepe Botella y sus soldados se enteraran de que existía su pueblo. La novela de Violette Ailhaud adaptada aquí introduce la variante del matriarcado. Tras la toma de poder de Napoleón todos los hombres adultos de un pueblo remoto de los Alpes son arrestados y deportados, obligando a las mujeres a organizarse para asegurar la supervivencia de la comunidad. La llegada de un supuesto, apuesto herrero ambulante resucita sus hormonas.

Esa variante de Fuenteovejuna, el todas para (a por) uno, recuerda a dos conocidos filmes: El seductor/La seducción (Don Siegel, 1971; Sofía Coppola, 2017) y su seudoadaptación española Belle Epoque (Fernando Trueba, 1992). En su aspecto visual la película de Marine Francén supera a estos ejemplos. Bellísima fotografía, realzando los paisajes alpinos sin caer en el amaneramiento; y formato casi cuadrado para remarcar (futilmente) que es un filme de arte y ensayo. El guión, la novela de Ailhaud, tiene virtudes y carencias algo más marcadas. No cae en el sobredramatismo (la angustia por el destino de los hombres) ni escaramuzas bélicas, a cambio de rozar un bucolismo tipo Lady Chatterley. También es un guiño de best seller que sólo una (y atractiva) mujer sepa leer e intercambie pasajes de Voltaire o Victor Hugo con el forastero. Se minimizan, se agradece, las intrigas maquiavélicas en pos del herrero cosechero y suena muy verídica la naturalidad con que las mujeres más mayores ejercen el mando. Película muy feminista en el sentido más positivo, algo corta de tensión y desarrollo, interesante y bella en conjunto.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.