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Entrevista

Carlos Martos: "La ópera necesita entrar en otros lenguajes para atraer al público"

"Es la cuarta vez que trabajo con el coro y el gran patrimonio del Teatre Principal es su formación coral"

El director de escena, Carlos Martos, en el escenario del Teatre Principal durante el montaje. b.r.

Carlos Martos es el director de escena de El reloj de Lucerna, el drama lírico de Pere Miquel Marquès reconstruido gracias al Teatre Principal El reloj de LucernaPere Miquel MarquèsTeatre Principal y al Instituto Complutense de Ciencias Musicales para poder estrenarla este fin de semana. "Será un gran evento. Es histórico. Me emociono y no soy ni de Mallorca. Todo el equipo se está emocionando", admite convencido de que el estreno "será impresionante".

Debuta como director de escena con una pieza de la que no hay referencias. Menudo reto.

Lo afronto con mucha ilusión. Es mi primer proyecto como director pero como actor-coreógrafo de Paco Azorín y Mario Gas he hecho muchas óperas y conozco cómo funciona el organigrama. Esta ópera ha sido muy especial. Es arqueología en estado puro, es como estar en el mundo de Indiana Jones. Cuando me lo propuso José María Moreno, me metí en la Biblioteca Nacional y saqué la partitura de canto y piano que era lo que había. El texto me lo mandaron de una librería inglesa que tiene copias de facsímiles de óperas de esa época. Ha sido muy emocionante. También estuve en la SGAE y me enseñaron los manuscritos de Pere Miquel Marquès. Ha sido un trabajo arqueológico. No sabíamos cómo iba a sonar.

¿Cómo se enfrenta a El reloj de Lucerna

El gran reto es cómo hacer de lazo entre mi generación y la más mayor que es la que llena los teatros de lírica. Y otro reto es cómo enfrentarme a una pieza y traer un texto de 1884 al 2018. La obra se basa en una revolución del pueblo, de la clase trabajadora contra un régimen establecido, un régimen en el que sobrevuelan los poderes fácticos. Es como una dictadura encubierta. La pieza habla de una revolución en un cantón suizo, Lucerna, en 1650. ¿Cómo de alejado nos queda?

A algunos no les sonará tan lejano eso de una revolución del pueblo, una dictadura encubierta...

¡Esto es! Es lo que pasa con las grandes piezas porque si la esencia, el conflicto es universal, lo puedes traer a la actualidad perfectamente. Y Marquès y Marcos Zapata lo tienen. Cuando leí la pieza, me di cuenta de que la palabra que más se repite es 'libertad'. Ahora corren unos tiempos que en nombre de la seguridad estamos totalmente controlados. Los trabajadores de clase media trabajan 14 horas para cobrar 800 euros para luego comprarse un Iphone. La propia pieza arranca con una revolución de la clase trabajadora. Me imagino una gran marea como la del 8M. Y es que si nos vamos a dentro de cinco o diez años, nos encontraremos con ese problema en Europa, con 45 millones de despidos masivos por la automatización de la industria. ¿Qué hará el pueblo? ¿Se revolucionará o no? Ellos plantean una revolución sangrienta. El pueblo es el pueblo y lucha por sus derechos. El dictador que es Gualterio, que es un tirano, podría ser Putin o un corporativista de Google. Desde luego es un tipo que va con traje y corbata porque los que roban y los que dominan son estos.

Y en escena, ¿cómo plantea esta revolución?

Planteo el reloj como vuelta, como una revolución en el tiempo, como el tiempo de las revoluciones. ¿Qué nos tiene que pasar a nivel individual y colectivo para que nos revolucionemos? ¿Y dentro de esa revolución tanto colectiva como individual cuál es la gota que colma el vaso? Aquí, esa gota que colma el vaso es el reloj de Lucerna. Todo pasa en 24 horas. Desde un amanecer hasta las 5 de la madrugada que van a ajusticiar a Fernando, el hijo del mártir que está levantando al pueblo. Es un chico pero lo interpreta la soprano Maia Planas. Es la magia del teatro. En la época original hace un impreso para que el pueblo se levante pero nuestro Fernando se ha infiltrado en su sistema operativo a modo de Anonymuos y hace estallar las redes con un mensaje y el dictador va a por él.

La puesta en escena será contemporánea.

¡Sí! Vamos a romper la barrera del foso, de que la música suene abajo. Vamos a sacar toda la música al escenario. No necesitamos tanto artificio. Paco Azorín ha diseñado una maravilla de escenografía. Hay algo de la ópera María Moliner. El movimiento es precioso, retroproyectado por detrás. Y sobre eso, jugaremos con dos elementos en escena y con la gente. Es la cuarta vez que trabajo con este coro como coreógrafo. El gran patrimonio del Teatre Principal es este coro. Son 25 años de formación coral con gente que empezó de niños o de jóvenes y que todavía sigue. Es su vocación.

¿Proyectos como El reloj de Lucerna o El reloj de Lucerna María Moliner

¡Claro! Invitan a asomarse a la ópera y que no la vean de cartón piedra. No vemos pelucas, levitas... Necesitamos entrar en otros lenguajes para atraer al público. Obviamente hay que seguir haciendo reconstrucciones históricas porque es precioso verlo pero se lleva haciendo mucho tiempo. Lo más interesante es que hagamos este relevo generacional porque a mi la ópera me atravesó hace tres o cuatro años. Conocí a Paco Azorín y se inventó la figura de coreógrafo y empezó a hacer ópera. Yo soy de teatro de texto y decía como el teatro no hay nada pero me di cuenta que la ópera era el teatro 2.0. Es la gran plástica. Entra todo. En un mundo donde vamos a menos, la ópera lo sigue manteniendo pero para que se siga manteniendo la gente joven debemos coger el relevo.

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