¿Por qué va a hablar en Formentor sobre Pnin

Por el tema de las propias Conversaciones. Los vagabundos han sido tratados con cierta épica en la literatura. En cambio, el caso de Pnin es sin épica. El personaje es tratado desde un punto de vista cotidiano, con todas sus torpezas. Es un vagabundo intelectual por su exilio físico que no siempre interpreta bien las cosas y por eso se dan situaciones cómicas. Curiosamente descubrí que un año antes de escribirlo había sido invitado por Harvard a dar unas lecciones. Para la ocasión le pidieron que hablara del Quijote de Cervantes y se lo preparó bien. Este hecho se nota mucho en este libro. Pnin es un inadaptado en el mundo y provoca escenas cómicas como Alonso Quijano. Escenas que esconden cierta crueldad y patetismo hacia una persona incomprendida con un rico mundo interior. Nabokov viene a explicar con esta obra que nunca podremos saber cómo es el dolor que siente el otro y que sólo la imaginación nos puede llevar a conectar con ese dolor. 60 años después, la neuropsicología ha comprobado que la imaginación es muy importante para la empatía.

¿Se siente en Cataluña un vagabundo intelectual?

Sí. Hay que decir que en el mundo global que viene, va a ser muy común el vagabundo intelectual. Y creo que es una figura que ha de verse de modo positivo. Lo que está pasando en Cataluña es un efecto del mundo global. En ese nacionalismo late el miedo de lo autóctono frente al mundo global y gente que piensa diferente. El origen de esto puede explicarse a partir de los datos que dan los demógrafos. Después de la Guerra Civil, España recibió el mayor movimiento migratorio interior que se ha dado en Europa en los últimos 50 años en tiempo de paz. Si no hubiera sido por este fenómeno, en Cataluña ahora serían 2,5 millones de personas. Es un dato que coincide con los votantes del independentismo. Yo soy hijo de asturiano y de catalana de Vic. Mestizo. A muchos como a mí, catalán de nacimiento, hay algunos como Forcadell que nos niegan la catalanidad. Para mí ser un vagabundo intelectual es lo más estimulante que me ha pasado en la vida. Compadezco a los intelectuales como Forcadell porque no saben lo que se pierden. Ese vagabundeo ha mejorado mi escritura, mis canciones y mi vida. Antes se decía que quien perdía las raíces lo perdía todo. Y no. Las personas tienen piernas, no raíces.

¿Está viviendo en Barcelona ahora mismo?

En Sitges, al lado del mar. Tengo mi bicicleta, me voy a pasear, luego escribo. Tengo una vida muy hermosa. Te puedo asegurar que en Cataluña, entre los vecinos, no hay una división social real. La división es sólo política.

¿Cree en el diálogo?

Sí. Siempre. Pero no hay que mitificar esa palabra y después vaciarla de contenido. Muchos en Cataluña pedimos que el Estado nos ayude a defender la ley. Para mí, lo que está pasando es como si fuera un contencioso-jurídico que debe ser dirimido por un juez. Tocqueville ya hablaba de la necesidad de la justicia en la democracia. Para eso hemos creado los tribunales, para que arbitren. Pero los diputados regionales ven mucho Juego de Tronos y no leen a Tocqueville.

¿Cómo ve el papel de la CUP?

Aliarse con la CUP ha sido el gigantesco error político de los restos del naufragio de Convergència. Lo han hecho para tapar sus vergüenzas. Hay que recordar que hubo una serie de personas detenidas. Y se van a destapar asuntos de corrupción política. Para salvarse, se han lanzado a una carrera enloquecida, en plan "que reviente el mundo si yo pierdo". Todo esto es difícil explicarlo a la prensa internacional. Por otra parte, el Estatuto que ahora se nos esgrime como que fue la espoleta de todo esta fuerza independentista, provocó una gran indiferencia en la gente, ni la mitad del censo lo votaron.

¿El rock sigue dando respuestas?

A los 30 años ya vi que el rock no iba a salvar el mundo. Me gustan muchos de sus valores: su inquietud, ese contacto con la calle, la inmediatez, el formato. Es una música que sigue con sus adeptos por todos estos valores.

¿Ya no se peleará más con Loquillo?

Nos hemos hecho mayores y tenemos más sentido del humor. Los dos tenemos hijos. Por muchos motivos, tenemos preocupaciones comunes. Y al tener hijos y haber aprendido a tratarlos, ahora sabemos tratarnos el uno al otro, porque también somos como niños. Loquillo y yo somos como hermanos. Y nos vamos intercambiando el papel de hermano mayor y pequeño. En su momento, ya sabíamos que las broncas que teníamos no eran para tanto, pero en la banda éramos todos así, unos broncas sin mala fe.

En su última novela, Literatura universal

Esta parte de Formentor es la que menos conocía. De joven, me moví más por Eivissa, Formentera o Menorca. Soy de la generación punk. Por poco dinero, podías conseguir un billete en cubierta y venir desde Barcelona. Viví el final de los hippies hacia 1975-1976. Veníamos a dormir a las playas, cogíamos las bicicletas, perdíamos la noción del tiempo.

Una bibliotecaria de Cambrils ha descubierto pintarrajeados los libros de Juan Marsé llamándole "botifler".

Increíble. Han ido a por Marsé porque han visto que lo pierden. Y eso que él siempre ha sido tibio con su posicionamiento en Cataluña. A otros nos dan por catalanes perdidos. Estamos viviendo un claro escenario de coerción. Marsé ya hizo lo más grande del mundo, Últimas tardes con Teresa, y esta obra va a quedar por encima de todo. No van a poder con ella. Toda mi solidaridad con él y los libros. El buen arte es algo que siempre amenaza la estabilidad de los imbéciles.