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Pintura

"Miquel Barceló sigue sorprendiendo"

La inmensa mayoría de visitantes se rinden a la "creatividad" y "magia" que desprende la obra del genio de Felanitx

El mural cerámico de Miquel Barceló, en la Capilla del Santísimo de la Catedral. b. ramon

"O te gusta mucho, o no gusta nada". Así se expresa Sebastià Carbonell, un joven catalán de vacaciones en Mallorca que estos días visita la Capilla del Santísimo, decorada con el retablo cerámico que el artista felanitxer creó hace ahora una década, junto al altar mayor de la Catedral de Palma, y que se ha convertido en uno de los espacios más visitados del templo. Una obra que, en la mayoría de los casos, despierta admiración y respeto, aunque en otros, unos pocos, no acaba de gustar.

"Es la primera vez que contemplo esta obra. De hecho, ni sabía que era de Barceló. Pero me ha sorprendido mucho, por su modernidad, su fuerza y el contraste que crea con las otras capillas de la Catedral", señala a la salida de la Seu la turista Miriam de Loredo.

"En realidad venimos a la isla para ver la obra de Miquel Barceló, de quien somos unos enamorados. Y su trabajo en la Capilla del Santísimo ha reforzado nuestra admiración hacia un artista que siempre sorprende, con cada obra", confiesan Marko y Heikki, dos alemanes de vacaciones por España.

Para Alberto S., un "apasionado" de la Historia, es un "acierto" que Barceló pueda "dialogar" con otros grandes artistas presentes en Mallorca como Gaudí, Blanquer o Sagrera.

Colegios e institutos

Los colegios e institutos no dejan de desfilar por el templo, y muchos son los centros que se detienen frente a la pared cerámica de Barceló para examinarla y recopilar sensaciones e ideas de cara a futuros trabajos escolares. "Es una pasada", "una auténtica obra maestra" y "qué alucine" son algunos comentarios que se escuchan de los grupos, todos guiados por profesores o guías especializados. "Pues yo no entiendo nada. Sí, es espectacular, pero por mucho que me explican, no la entiendo", confiesa Isabel Querencia, estudiante argentina.

"Lo que hizo Barceló no tiene nada que ver con otros trabajos artísticos que pueden verse en la Catedral. Su conjunto impacta a la vista, sobre todo los peces, que parecen estar en movimiento, y el Cristo, como muy humano", valora Carmen Quetglas, una mallorquina que ha decidido entrar en la Capilla del Santímisimo como parte de un nutrido grupo de personas.

En el mismo sentido se expresa Gabriel Pons, para quien Barceló ya sorprendió en 2007, cuando inauguró este retablo que recrea el milagro de los panes y los peces, fruto de siete años de trabajo, y una década después, "sigue sorprendiendo. Cada vez que contemplo la capilla descubro algo nuevo, siempre algo diferente. En mi opinión explica muy bien el Evangelio, la interpretación de los panes y los peces, la resurrección de Cristo".

"La combinación de arte moderno y gótico" es un auténtico hito, añade Miquel Àngel Rayó.

"Es la cuarta vez que contemplo su obra en la Capilla y me parece un derroche de creatividad. Con ella, la Catedral entra en el siglo XXI", opina Lorenzo F., empresario de profesión.

La pieza de Barceló, cuyo origen está vinculado a la propuesta que la hizo la Universitat de les Illes Balears en el año 2000 de nombrarlo doctor honoris causa, sigue siendo objeto de investigaciones, congresos y todo tipo de estudios, el último, un coloquio impulsado por el capítulo de la Seu y la UIB para celebrar su primera década. Un encuentro que fue inaugurado el pasado jueves por el decano del Capítulo de la Catedral, Joan Bauzà, y la vicerrectora de Proyección Cultural y Universidad Abierta de la UIB, Joana Maria Seguí, y en el que el primero destacó la importancia de la década que ha pasado desde que el artista mallorquín terminó su obra en la Capilla del Santísimo: "El tiempo sirve para tomar distancia y tener una mayor perspectiva de las cosas. Desde que Barceló terminó las reformas en 2007 han pasado muchas personas por la Capilla que han reaccionado de formas muy diversas. De todas las reacciones las más significativas, para mí, han sido las de aquelos que se acercaban a reflexionar, rezar o llorar".

Leídos los comentarios de los visitantes de la Capilla de Barceló, el artista debe estar satisfecho al haberse cumplido uno de sus objetivos, pues le "preocupaba" que la pieza "quedara como una cosa desligada de la totalidad" y no encajara "con naturalidad" en la Seu. "Leí varias biografías de Miguel Ángel mientras trabajaba en la capilla. Para animarme. Necesitaba una lectura para robar coraje. A los 80 años, Miguel Ángel se quejaba porque no había recibido ningún encargo a la altura de sus capacidades. Decía: ´Yo pude hacer una gran obra y nunca me la solicitaron´. La Capilla Sixtina pensó que sólo fue el reto de un pintor y él era además arquitecto y escultor", relató el propio Barceló a la prensa española durante la semana de la inauguración, en 2007.

En este sentido, el citado coloquio celebrado estos días en torno a su intervención en la Seu ha subrayado esta influencia de Miquel Ángel: "Para Barceló, el encargo de la capilla del Santísimo supuso una oportunidad para medirse con grandes artistas a los que admiraba. Cuando visitó la Capilla Sixtina se acercó cuanto pudo a los frescos de Miguel Ángel, pues le quería emular", apuntó en la primera ponencia el crítico de arte Enric Juncosa.

Barceló, que ha sido invitado por el Louvre, el Macba, el Prado o el Reina Sofía, estuvo siete años entregado a la que está considerada una de sus grandes obras: 300 metros cuadrados de superficie de arcilla. Una obra que creó sin olvidar otros compromisos adquiridios en ese periodo, como fueron la publicación de su versión de la Divina comedia, la creación de una escenografía de una ópera de Mozart, sus cuadernos de África o la intervención, con Josep Nadj, de Paso doble en el festival de Aviñón.

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