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Entrevista

Juan José Millás: "Al mirar por el ojo de la cerradura nos estamos observando a nosotros mismos"

"El emplazamiento de cámara perfecto para el escritor está en el ojo de la cerradura"

El escritor Juan José Millás.

­­Damián Lobo no halla su lugar en el mundo. Aislado de su familia, sin relaciones profundas, pierde su trabajo. Un día comete un hurto en un mercadillo y en su huida se esconde en un armario que acaba en el dormitorio de una familia de las afueras. En esa “cárcel del pueblo” se instala y desde allí vela por el bienestar de unas personas a las que acaba por conocer mejor que ellas mismas. La en principio inverosímil trama que el escritor Juan José Millás (Valencia, 1949) teje en su última novela, Desde la sombra, está impregnada de la atmósfera inquietante y el extrañamiento que se asocia a la prosa del articulista de DIARIO de MALLORCA.

-‘Desde la sombra’ es una novela de gran carga simbólica, a momentos surrealista. Y sin embargo, la sociedad y la economía a menudo arrinconan a personas que se ven obligadas a vivir en su madriguera. ¿La realidad supera la ficción?

-Precisamente estos días están apareciendo estudios sobre cómo ha aumentado la soledad de la gente, hay mucha más ahora que hace diez años. Esa soledad tiene mucho que ver con decisiones políticoeconómicas. Se trata de personas que el sistema, de un modo u otro, va excluyendo. Su maquinaria las escupe y se instalan en la periferia, en pisos de 20 metros cuadrados, cada vez más incomunicados y más solos.

-En los tiempos que corren, es una rareza quedarse a solas con su propia cabeza, como hace Damián Lobo, sin una pantalla en la que mirarse.

-Parece contradictorio, pero rodeados de todos estos artefactos nos encontramos más solos que nunca. Tanto las redes sociales como la televisión, toda esta tecnología invasiva, proporcionan una apariencia de comunicación, pero la realidad profunda es de una incomunicación absoluta. Al mismo tiempo, vivimos en un mundo donde es muy difícil rescatar media hora para estar con nosotros mismos. O sea, que no te arreglan ni una cosa ni otra.

- Leyendo sin aliento, y con el protagonista decidido a vivir en un armario en casa de una familia pensé que Millás se había metido en un lío argumental. ¿Tuvo la historia en mente desde el primer momento?

-No, no. Sabía que lo solucionaría según avanzara, porque está en mi experiencia. Luego cuando uno mira el final con perspectiva ve con claridad que está allí desde el principio, pero oculto. Siempre les digo a los estudiantes de los talleres literarios que me dicen ‘me ha quedado atascado en medio de un cuento y no sé cómo seguir’ que no traten de inventar algo nuevo; mira y escucha lo que has escrito porque la clave está ahí. Este modo de explicar el relato se entiende mejor en el chiste, que en realidad es un relato breve, que en la segunda parte, la que provoca la risa, está escondida en la primera, lo que pasa es que no la vemos

-Damián reflexiona a partir del diálogo con una voz (primero la de un periodista sensacionalista y luego la de Iñaki Gabilondo) que le entrevista sobre su vida e intimidad ante el público. ¿Nos gusta la sobreexposición?

-Nos gusta. ‘Sobreexponte’ es como un mandato de la cultura que produce la televisión basura, la más influyente de la sociedad. Ahora hay un programa nueva con cinco monjas; el colmo, las personas que menos deberían exponerse hacen un reality show a lo Gran Hermano. En el caso de Damián además cumple una función de compensación. Se trata de un hombre con pocos afectos y reconocimiento en su vida real, así que en su imaginación es una persona llena de adhesiones.

-A los que oyen voces les llamamos locos.

-Es una simplificación. El 4 por ciento de la población oye voces. Hace poco hubo en Alcalá de Henares un congreso mundial de escuchadores de voces. Hay muchas personas que escuchan voces no tan broncas y que se llevan muy bien con ellas, pero no lo dicen por miedo a que las califiquen de locas.

-A quienes prefieren relacionarse consigo mismos les llamamos raros.

-Consideramos raras a las personas con pocas habilidades sociales. Otro mandato de nuestra cultura es que hay que ser emprendedor, como si todos tuviésemos que ser empresarios. Los más ensimismados e introvertidos se convierten casi en material de desecho en este mundo donde hay que practicar una extroversión que por otra parte es de fuegos de artificio. Esto lo podemos relacionar con la bondad. Una de las cosas que alejan a mi personaje del mundo es la bondad, que está muy bien considerada, pero a nadie se le ocurriría poner en su currículum que es una buena persona porque en ese momento iría a la basura.

-Como escritor y periodista, ¿necesita mirar la realidad a través de una rendija o implicarse?

-La mirada del escritor es un poco la del voyeur. El emplazamiento de cámara perfecto para el escritor se encuentra en el agujero de la cerradura, porque observa desde fuera. Hago la metáfora de la cerradura porque supone la distancia que el escritor ha de poner entre él y lo que cuenta, del mismo modo que entre el director de cine y la escena que rueda se interpone la cámara.

-Damián se siente libre en su pequeña tumba. ¿Es porque lo ha elegido o porque desde allí puede comportarse como un pequeño dios sin ser visto?

-Ha encontrado su lugar en el mundo. No tenía sitio ni en su trabajo, ni en su familia, ni en la sociedad, y de repente al esconderse ve que ese es su sitio. Enseguida se siente un miembro más de la familia, pero con la particularidad de que es un fantasma.

-¿Nos interesa más la vida de los otros que la nuestra?

-Nos interesa la vida de los otros en la medida en que nos puede explicar la nuestra. Cuando uno se asoma al ojo de la cerradura para observar a otro en realidad se está observando a sí mismo, aunque no lo sepa. Necesitamos el espejo, que son los otros.

-¿Le gustaría vivir con un fantasma bienhechor como el de la novela?

-Yo no tendría nada que objetar a que en mi casa hubiera un fantasma bienhechor de las características de Damián.

-Usted mismo fue sombra de algunas personalidades a las que se pegó para elaborar luego sus perfiles. ¿Logró la invisibilidad?

-En aquellos trabajos me convertía en alguien tan cotidiano, que acababan no teniéndome en cuenta. Me transformaba en una sombra, y a la sombra no le hacemos demasiado caso pero sobre ella depositamos nuestra parte más oscura

-Leyendo ‘Desde la sombra’ he imaginado a Mariano Rajoy construyendo un armario en La Moncloa donde quedarse a vivir como un presiente clandestino.

-Sería una historia fantástica, y además ya tiene garantizado algo muy difícil, que es la verosimilitud.

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