La banda gallego-madrileña Siniestro total. En el centro, Julián Hernández.

Siniestro total son una fábrica de himnos. Parte envidiable de la cultura popular española de los últimos treinta años, han hinchado miles de gargantas hasta la afonía, beodas o no. Adscritos al rock&roll antibanalidad, mantienen poder de convocatoria en estos tiempos en los que unos medios generalistas antisociales aúpan a mediocridades hasta llenar plazas de toros. Responde al cuestionario Julián Hernández (Madrid, 1960), histórico cantante de la formación.

*Siniestro total actúan hoy sábado en Es Gremi. Sopas mallorquinas sortea cuatro entradas, que ganarán las cuatro primeras personas que cuenten a sopasmallorquinas@gmail.com qué canción del grupo ha hinchado su garganta, beoda o no, hasta la afonía.

“A LAS CANCIONES ICÓNICAS LAS QUIERES COMO A UN HIJO TONTO”

-Para empezar, una pregunta fácil: ¿a qué da derecho ser parte fundamental de la historia de la música española?

-Ser músico no da derechos: los quita. Por ejemplo, viajar con tus instrumentos a una isla. Somos el último eslabón de la cadena social. Si dices que eres músico te preguntan “¿y qué más haces?”. Somos parte de la historia de la infamia.

-Pero confiesa: ¿cuánto tiempo hace que no pagas en los bares porque eres el cantante de Siniestro total?

-Pago un huevo porque en los bares de Vigo no hay costumbre de invitar. No es como la Barcelona de los 80, donde vi cómo Loquillo o Carlos Segarra [líder de Los Rebeldes] no pagaban una copa y les sorprendía que nosotros sí. Nunca hemos tenido exención alcohólica.

-¿Por encima de todo sois un grupo político y muy social?

-Suena a elogio. Político puede porque nos salimos de los temas tópicos, de las canciones de “me dejas, te dejo”. Si lo haces solo te queda hablar de la realidad.

-¿Habéis sido más indies/independientes que nadie?

-Siempre creímos que sí. La libertad es muy cara, inalcanzable en el capitalismo. “Indie” es una etiqueta comercial para grupos como Nirvana, que grabaron para BMG, al igual que nosotros. Luego todo se redujo a tocar mirándose los pies.

-¿Es necesario una vida de rock&roll para escribir rock&roll, o canciones como Cuánta puta y yo qué viejo

-Mastroianni [Marcello, actor italiano] decía que no entendía por qué, según el método del Actor’s Studio, si tenías que interpretar a un loco debías vivir una temporada en un manicomio. Opinaba que “si soy actor seré capaz de hacerlo si pasar por ello”. El rock&roll es música, no un estilo de vida. Se puede hacer como Joyce: abandonó Dublín y sin embargo siguió escribiendo sobre ella toda su vida.

-Si hoy editaseis una canción con dicho título se armaría un escándalo mediático considerable. ¿Quién ha involucionado: la sociedad o los medios?

-Diría que los medios. Todo es demasiado mediático y demasiado intocable. No puedo hacer humor sobre negros, gays, mujeres, niños, pobres, disminuidos, tercer mundo, terrorismo... Me quedan árboles y sillas. ¡Uy! Perdón, señor ecologista: solo sillas.

-¿La relación con las canciones más icónicas evoluciona a lo largo de los años?

-Sí, siempre. Supongo que las llegar a odiar, aunque sea solo un poco. Nosotros no tenemos canciones favoritas. A las canciones icónicas las quieres como a un hijo tonto, no puedes evitarlo. Pruebas cosas diferentes, les ves pequeños matices, pero al final la dejas como estaban y dices “te quiero, hijo tonto”.

-Sobre la palabra de moda: ¿eres

hipster

-¡Qué cruel! Yo creía que no, pero hace poco compré a buen precio una pila de vinilos de cantautores españoles de los años 70, un poco llenar un hueco en mi colección. Entre ellos había uno de Patxi Andión. Cuando poco después lo comenté en una entrevista en una radio me dijeron “¡qué hipster!”. Si tener un disco de Patxi Andión es ser hipster, lo soy.

-¿Cuánto interesan a Siniestro total las redes sociales?

-Lo hemos hablado mucho en el seno del grupo. Vemos que las redes funcionan no con estructuras, sino con personas. A nadie le interesa un tuit general de los Rolling Stones, pero sí uno particular de Ron Wood. Las redes nos interesan mucho, aunque creemos una falacia que la gente crea estar casi tocando al artista. Hay comunicación, cierto, pero diría que había más en los fanzines de los años 90, hechos a mano y que enviabas por correo al seguidor.

-El futuro es volver al pasado: os apuntáis a la opción de editar singles de dos canciones, a modo de cara A y cara B, aunque sea de momento solo en digital.

-El dibujante Miguel Ángel Martín decía: “Hemos vuelto a las catacumbas, de donde nunca deberíamos haber salido”. Preferimos ir sacando las canciones cuando surgen. Si nos sale un álbum conceptual, lo sacaremos también. Y si llega el momento en que tengamos doce o catorce canciones, las publicaremos en un formato bonito, es decir, en vinilo.

-Lleváis 32 años de carrera. ¿Qué haréis cuando lleguéis a los 33?

-Aún estamos pensando cómo celebrarlo. Compartimos zodíaco con Jesucristo: nuestro primer concierto fue un 27 de diciembre. Cuando cumplamos 33 tal vez nos crucifiquen, lo cual no es un gran plan.

-Dale un consejo a un músico joven: después de 2.000 conciertos aprendes que…

-Tal vez una determinada manera de superar súpermarrones. Y solo tres o cuatro cosas sobre las dimensiones de un escenario y cómo sobrellevarlas, aunque yo sigo tropezando con los cables. Es imposible controlar un escenario. Dr. John decía que incluso cada ensayo es diferente, imagina cada concierto. El consejo es que no espere aprender nada.

-¿La mayor virtud de Chico de ayer y Chico de ayerPequeña serenata nocturna

-Un poco sí. Es muy ecléctico, como siempre: sabemos de dónde robar. Es una conjunción de rock y new wave. Las dos caras del grupo: el blues oscuro y cabrón junto con otra más Joe Jackson.

-Por cierto, ¿alguna relación con La chica de ayer

-Sí: que los dos viven en el pasado, juntos y muy contentos. Como es muy new wave salió por ahí. La música es de Javier Soto [guitarrista del grupo], y la letra mía, que trata sobre mí. Es algo que no hago casi nunca, pero no me encajaba nada de las muchísimas notas que tengo. Entonces un día, de camino al ensayo, me encontré repitiendo “baby, I don’t say maybe”, que transformé en “bobo, pareces bobo”. Luego lo cambié por “hijo de puta” por aportar algo. Y para decirme a mí mismo “qué torpe eres”.