Ángel Romaguera

(Palma, 1980), fotógrafo de profesión y asiduo a los bares de corazón, se lanzó hace dos años a lo que él mismo define como “embarcarse en un velero de madera de 200 años que pierde agua por todas partes”. Cogió un bar muy carismático de Palma, el Lisboa, para reflotarlo. Y lo ha conseguido: vuelve a ser un punto de referencia distinguido en la oferta de ocio nocturna de esta ciudad. Mañana viernes celebra su segundo aniversario.

Novo Café Lisboa (Sant Magí, 33). Miércoles y jueves de 21 a 2:30 h. Viernes y sábado de 22 a 4 h. El viernes 3 de octubre celebra los dos primeros años de su nueva etapa con pinchos gratis desde primera hora, más los eficientes y distinguidos DJ Benjamín, DJ Jordi D. y su seguro servidor Conejomanso.

“EL LISBOA ES ESPECIAL PORQUE MUCHA GENTE LO RECUERDA Y VUELVE”

-¿Cómo se llena un bar hoy día?

-Mimando al bar y a su público. Y sobre todo por medio del carisma, que no es lo mismo que carácter. El carácter es la decoración, la música, el ambiente, etc. El carisma es todo eso y un plus: la personalidad de la gente que viene, público, camareros, DJ, etc.

-¿Llevar el Lisboa va a ser el trabajo que te jubile?

-Espero que no. Tuve la suerte de estar en el momento preciso para cogerlo, además recién llegado de Madrid [tras cursas sus estudios de fotografía] con una mano delante y otra detrás. Pero llevar un bar nocturno no es mi profesión. La noche es dura.

-Arrancaste hace dos años con un bar muy carismático de esta ciudad. ¿Eso pesó, ayudó o nada de todo ello?

-Cogí un bar en el que pasé mucho tiempo como cliente, un lugar especial porque cabe gente de todo género y tribu. Nuestro público es ecléctico, como era cuando yo venía como cliente. En aquel entonces, hace quince años, ya me llamó la atención. Cogerlo me motivó. Estaba en horas bajas. De hecho, lo pude coger porque iba a cerrar.

-¿El as en la manga del Lisboa es su público: muy fiel y que no hace botellón, sino que le gusta beber en la barra de un bar?

-No diría “fiel”. El Lisboa lleva 17 años, y ha visto muchos cambios: generacionales, de público, etc. Lo que lo hace particular es que la gente que ha dejado de venir lo recuerda y muchas veces me dice “algún día volveré”. Ese tipo de cliente aprecia venir a tomarse una copa a un lugar como este.

-Hay cosas que solo se ven desde detrás de la barra. ¿El mejor barman es el que calla lo que sabe y/o ha visto?

-Lo que pasa en un bar se queda en un bar, ¡aunque a menudo se rompa ese mito! Más aún en una ciudad pequeña como esta, donde siempre hay alguien que cuenta algo que ha visto u oído, empezando así la cadena de transmisión. Si pasas mucho tiempo tras una barra te das cuenta de las historias, de las alegres y de las tristes.

-¿Es cierta esa impresión general de que antes era más fácil montar un bar?

-Montarlo es igual de sencillo. Atraer al público, no. La gente tiene menos dinero, y se nota. También es cierto que las trabas legales han aumentado. Las leyes son más duras y los vecinos tienen derecho al descanso. Pero lo fundamental es que el ayuntamiento tiene que facilitar al empresario poder dar un buen servicio, y eso incluye dar la posibilidad de, cuando surge un problema, poder solventarlo.

-Solo hay dos tipos de bares: aquellos a los que se va a ver el fútbol y a los que se va a ligar. El Lisboa no tiene televisión.

-(Ríe) El Lisboa se incluye, en efecto, entre los bares que no tiene televisión. Aunque viene mucha gente a la que le gusta el fútbol. Aparte de eso, la gente sale para conocer gente.

-Solo hay dos tipos de bares: aquellos a los que se va a beber solo y los que se va a beber en compañía. ¿De qué tipo es el Lisboa?

-Como decía antes, tenemos unos clientes muy eclécticos. Vienen personas que yo ya conocía cuando venía como cliente, gente que venía a beber sola y que sigue viniendo.

-¿Cuál es el futuro inmediato del bar?

-Quiero explotarlo a nivel cultural. Eso es lo que realmente me motiva. Dar algo más. Hay un proyecto de ampliación, que espero tener listo a final de año. No podíamos ofrecer un servicio de calidad con el escenario [el espacio para conciertos del Lisboa es un recuerdo cuasi mítico en Palma por el encanto del lugar]. Creo que el bar necesita un giro para seguir en la misma línea, sobre todo en lo musical. Como decía antes: mimar el local.

-¿Te gustan los planes del ayuntamiento para Santa Catalina? (El Plan Especial de Protección PEP diseñado por Cort para la zona de es Jonquet, a pesar de estar catalogada como Bien de Interés Cultural BIC, prevé una entrada al barrio desde el Paseo Marítimo, más viviendas, un centro comercial y dos aparcamientos subterráneos).

-No conozco el tema en profundidad, y aún no sé si me afectará, sea como empresario o vecino. Pero intuyo que el proyecto sufrirá bastantes cambios antes de llevarse a cabo.

-¿Cómo es la relación entre asociaciones de vecinos y restauradores?

-Por la parte que me toca no me puedo quejar, pero es una relación complicada. Con la ley antitabaco se ha creado un problema que no existía al incrementarse el número de decibelios que hay en la calle. Yo insonoricé el bar más de lo que ya estaba, y me lo han agradecido mucho. Uno de los principales problemas de este barrio es que existen muchas asociaciones de vecinos que, además, tienen intereses distintos. A menudo ves cómo ni siquiera se ponen de acuerdo entre ellos.

-Con toda la gente que pasa por este barrio cada semana se llenarían varias veces discotecas como Pachá o Tito’s (la primera ya cerró la semana pasada; la segunda lo hará en noviembre. Ambas permanecerán cerradas hasta marzo). Santa Catalina es ahora mismo uno de los barrios más dinámicos en Palma en cuanto a ocio nocturno. ¿Por qué?

-Tal vez se ha creado una moda en cuanto a barrios con encanto: antiguos, céntricos, de calles estrechas, antagónicos a un polígono industrial. También es muy importante la oferta culinaria. Muchos restaurantes que lógicamente favorecen a los locales nocturnos.

-¿Por qué hay tanto público extranjero?

-Principalmente por la industria náutica. Estamos cerca de los puertos y hay mucho empleado que vive en el barrio. Hay mucho boca a boca entre los extranjeros.

-¿Qué lugar ocupa ahora mismo tu carrera como fotógrafo?

-En su momento tuve que tomar una decisión. Esto es un bar antiguo que me ha llevado mucho trabajo reflotar. Eso significa mucha energía. Me he embarcado en un velero de madera de 200 años que pierde agua por todas partes. Tuve que concentrarme en algo, elegir. Pero no he dejado de trabajar como fotógrafo. Tengo clientes. La idea era coger el local por amor pero también por ingresos. Mi idea es volver a la fotografía tras amortizar parte de la reforma y todo esté un poco más asentado.