La justicia es un truco de pista. Un ademán de un látigo que siempre estará más cómodo ante payasos que ante leones. Es injusto que vayamos a perder el pregón de Miquel Àngel Juan, 'Llonovoy', por la festividad de Sant Joan porque aúna tradición y calidad, dos materias que deberían diluirse por frecuentes, pero que en Mallorca lo hacen por inusuales.

Parece que sólo las mentes y las sociedades más avanzadas pueden comprender que todo profesional quiera cobrar por su trabajo. Probad a llamar a un carpintero bajo la premisa de que no le vais a pagar por sus labores. Va a ser cierto que en estos tiempos hay que pelear por los derechos adquiridos y los supuestos, olvidándonos de combatir lo injusto o ilegal. A quién se le ocurre no querer trabajar gratis.

Llonovoy ha decidido que sin cobrar no actúa. La factura asciende a unos 400 euros sobre un presupuesto de casi 30.000, que podría quedarse en coste cero: la actuación solía pagarse con los beneficios de la barra. No interpretará un pregón fijo y esperado en los últimos 19 años, que casi se quedaron en 18 tras el arranque de censura que sufrió el año pasado. La hemeroteca documenta; los antecedentes sentencian. La iniciativa fue frustrada por la reacción popular y porque la clase política se rila ante un titular peyorativo. Al menos en lo que atañe al día a día, pues en asuntos de máxima dimensión se muestran ideológicamente cerriles y con la inmunidad al sentido común que provoca la desconexión de la realidad.

Llonovoy ha contestado, y lo ha hecho como se empecina en hacer las cosas, que es con humor, inteligencia y en verso (su discurso de respuesta es una joya: buscadlo en ese bukkake sin fin que es internet), y no hay mejor argumentación que la que él mismo da: “Resulta que he anat al mercat / a comprar quatre verdures / i les m’han volgudes cobrar! / Si jo pag l’agricultura / no he de cobrar la cultura? / No he de cobrar per menjar? / Com vos dic, quatre verdures... / Molt magre ha de ser el pressupost per no cabre-hi ni jo!”.