Todo el mundo tiene alguna forma de cultura, de ocio, de dispersión, y el medio de comunicación que no trate la cultura como un sector estratégico está condenado a la desconexión de la realidad, ergo del mercado. En un mundo cada vez más virtual y por tanto menos palpable y verídico, las palabras toman un valor sólido como auténticas anclas a lo que sí existe y no es simulado, o escrito en muros sin ladrillos.

IB3 Ràdio ha decidido prescindir de personas que dominan las palabras: saben utilizarlas, ordenarlas y, con ello, explicar el mundo. IB3 Ràdio ha prescindido de personas, de programas de radio, en los que la palabra y su hermana mayor, la cultura, son el hilo conductor. La radio pública huye así de su obligada función social, como es exponer e interpretar lo que sucede en nuestra sociedad, cosa que sólo consigue la cultura. Muchos desalojados y también inquilinos señalan que en el ente se quedan los adocenados y los que alquilan sus palabras al gestor político de turno, y todos ellos construyen su propia realidad, que felizmente a día de hoy puede desmontar un simple tuit.

IB3 Ràdio es un medio de provincias en el peor de los sentidos: no permite la meritocracia, el gobierno de los mejores y los más preparados, característica que pone por delante a las sociedades modernas. Ha prescindido de personas que han hecho un trabajo valioso (en ocasiones incluso premiado), que lo han hecho muy bien y además durante mucho tiempo. Ha eliminado buenos programas como Tassa i mitja, El crepuscle encèn estels, Latitud 39 y Balears fa ciència, y desdeñado las buenas maneras de profesionales como Noemí Garcies, Margalida Mateu, Pere Estelrich, Ferran Pereyra y Enric Culat. No desesperéis: en cuanto llegue alguien que aprecie el trabajo bien hecho, recurrirá a vosotros.