Un vistazo a las maneras musicales y en escena de Rigo Pex, más conocido como Meneo (Roberto Pérez Samayoa, Ciudad de Guatemala, 1978) lleva a descubrir el desenfreno, el hedonismo predicante y un buenrrollismo pegajoso como ningún otro. Pero Meneo no es King África: el observador atento intuye también un discurso lúcido y coherente que de lo musical lleva a lo artístico en general y lo vital en particular.

Una conversación con el guatemalteco lleva a descubrir al artista que reflexiona, con un bagaje en formación, actividad y premios recibidos de una dimensión notable. Y como intelectual (¿le gustará que le llamen “intelectual”?) ha decidido que ahora es el momento del desahogo, de la fiesta, del “aquí estamos y no nos vamos”. Este terremoto con vientos huracanados pincha esta noche de sábado en el Cultura Club.

–¿Hablo con un músico latinoamericano, europeo, cosmopolita sin más?

–Digamos que cosmopolita. Dejé Guatemala hace seis años, donde hacía cumbia y también metal, y ahora diría que hago música globalizada, lo que yo llamo “electropical”.

–¿Estás en ese momento decisivo en el que un músico debe decidir si ser más arriesgado o más populista?

–Cuando eres músico siempre estás entre hacer lo que la gente quiere escuchar y lo que tú quieres hacer. Siempre he querido hacer cosas que, sean underground o no, no existieran previamente. La satisfacción llega cuando el público reconoce eso diferente que creas y en lo que arriesgas, y creo que es también por esa diferencia por lo que tengo público internacional. Funcionan cosas como los vídeos de T.W.I.G., un plano fijo mío de tres minutos, o Larele, en el que en vez de sacar sirenas en colores pastel setenteros saco lo que saco.

–Dada tu creciente dimensión como productor, ¿has pensado qué vas a hacer cuando lleguen las grandes ofertas: remezclar a Lady Gaga, Justin Bieber o Beyoncé?

–Yo empecé en 2009, y tras hacerse muy famoso el moombahton [fusión de house y reggaetón] lo dejé y me centré en la Game Boy. Ahora lo que me interesa es crear, y no creo que llegado el momento de trabajar con artistas así mi forma de componer se vea afectada. Se trataría simplemente de ser cañero pero adaptado.

–Has hablado varias veces sobre la falta de referentes estéticos, de pasado inmediato, que había en la escena artística guatemalteca, y cómo eso redundaba en una libertad creadora total. Eso no es así en Barcelona, y por fuerza tuvo que notarse en tu música, en tus métodos y hasta en tu ambición.

–Fue muy condicionante. Hasta ese momento había viajado por ciudades tan diversas como La Paz o Johannesburgo que no tienen una red artística establecida y en las que no existe gente que viva de ello. Hay humildad y entrega, mucho más interesantes que lo que he visto en París o Barcelona. Cuando se establece el parámetro de lo que está de moda hay gente que lee entre líneas y otros que se esfuerzan únicamente en hacer lo que está de moda artísticamente hablando. Si no existe mercado del arte siempre hay más creatividad.

–Ahora vives en Madrid.

–Sí, y me recuerda mucho a Latinoamérica. Es una ciudad conservadora aunque en el fondo es liberal. La noche es muy loca. Barcelona es una ciudad que vende ser liberal pero que en el fondo es conservadora. Madrid ha recuperado lo que es ser centro neurálgico, mientras que en Barcelona te das cuenta de la estrecha relación que hay entre creación e instituciones. Es un tándem que empieza y acaba en el ayuntamiento. Todo se compara con eso.

–¿Cómo llevas no poder ver el mar?

–Fatal. Estuve hace poco para actuar en la inauguración de Fabra i Coats [centro de creación artística que celebró una fiesta de apertura multidisciplinar el pasado 29 de septiembre], y durante los tres días que pasé en la ciudad sacaba los perros de mis amigos a pasear por la playa, y si tenía que quedar con alguien era siempre allí.

–¿Qué hay en Larele (Subterfuge, 2012) que no había en LareleSanta Nalga

Santa Nalga era muy escéptico, cínico, salía de investigar ritmos, sintetizadores, etc. Larele es más desenfrenado. La mayoría de canciones están a 163 bpm: se cantan como si estuvieras en un campo de fútbol, desde las tripas. Es como una gran ida de olla.

–Esa nueva escena, underground

–Zombie Kids han abierto una importante brecha generacional. Hacíamos conciertos juntos porque yo iba a la sala Apolo y a Razzmatazz, y en esa época veías mucha música tipo Digitalism, minimal, bastante oscura, con la gente de pie con la copa y sin bailar, sin energía. Lo que hacemos es para una generación nueva que no ha vivido el metal o el punk. Buscamos revalorizar esa energía. Hace poco fui a ver a Skrillex y todos eran menores de 23, la mayoría sin haberse drogado, con el subidón que da estar bailando. Es la corriente maximal frente a la minimal. Las cabinas de los DJ se habían vuelto muy nazis, exigiendo saber exactamente lo que ibas a pinchar. Al mismo tiempo, eso lo hace más difícil para los programadores, que no saben dónde meterte.

–El público suele ser más rígido y menos desprejuiciado que los músicos: ¿crees que compartes público con, por ejemplo, los mismos Zombie Kids?

–Sí, definitivamente. Para nosotros, en el fondo, lo importante es lo mismo a pesar de que ellos se preocupen tanto de su imagen, que por otra parte es increíble. Yo no comulgo tanto con eso. Ellos son más empresarios, como una industria, pero han llegado a un punto de profesionalidad extraordinario. Y ahí están también gente como Warriors de Madrid, Oh My God! de Sevilla, Les Castizos de Málaga... Cada uno es diferente, con sus propios códigos. Zombie Kids son los padres de todo, y por ello son apreciados.

–El mítico Malcolm McLaren [empresario y agente de los Sex Pistols] definió a la música chiptune

–Bastante de acuerdo, aunque cuando lo dijo no tuvo mucho eco porque los artistas no podían comulgar con alguien que se ha dedicado a crear como él lo ha hecho. McLaren fue un visionario, pero erró en sus movidas musicales. Pero es cierto que el sonido 8 bits es muy crudo y honesto, y tiene una gran energía que recogen los colectivos “micro” como microBCN, microParís, microGinebra, etc.

–Aunque hay un aspecto que te separa radicalmente de la vertiente anglosajona del chiptune

–Exacto.

–Y el movimiento Global Bass al que también reconoces pertenecer, ¿en qué se distingue?

–Primero en que hay una calidad de sonido dirigida a mover la nalga. Deja de lado los principios del electro francés para ponerse a bailar algo sin saber lo que es ni de dónde viene. Es una generación que puede crear su propio material sin olvidar sus raíces. He estado en Holanda con gente de 14 países, mezclando personas de Ámsterdam con otras de Namibia o de Bolivia y funciona. Es una música con un lenguaje global en la que la diversión es lo más importante, una comunidad global sin un punto focal.

–Ese enorme caudal de música que surge de investigar con total heterodoxia, no solo desde Latinoamérica sino también desde Europa (Bomba Estéreo, El Guincho, Ceremoney...) hay dos formas de crearlo: con banda o sin banda. ¿No te atrae montar un grupo?

–Me súper-atrae. Ahora estoy montando una banda de lo que sería hard rock. Siempre he estado en bandas porque los bolos que más molan son los que estás con gente.

–El mundo es cada vez más pequeño: ¿has pensado cómo será actuar en Estonia o en Dubai, como los Zombie Kids?

–Son parte de una generación global, y van a pinchar una música global. Si saben pinchar bien, que lo harán, van a crear un gran ambiente. Otra cosa es que vayan a lograr un impacto, porque la semana que viene serán otros quienes actúen allí. El sonido no cambia tanto, lo difícil es que un DJ impacte. David Guetta es famoso porque remezcla a famosos, pero no puedes distinguir su sonido porque todo el mundo suena igual.

–Entrevistando a Esther Ferrer, una pionera de la performance

–Porque me parece un descojone genial. En el ámbito de los DJ hay mucho “yo soy más que tú”, pero yo no vengo de ese mundo sino del de la comunicación [Rigo se licenció en Musicología en su Guatemala natal y ha sido redactor de cultura para las revistas de tendencias Le Cool Barcelona o Vice, entre otras labores], y me interesa más lo que nos une que lo que nos separa. Después de desnudarme me quedo súper tranquilo. No sé cuándo voy a morir, pero tengo la muerte muy presente y antes debo motivar a toda esa gente.

–Las entradas a tus bolos y tus CD se han encarecido, al pasar de llevar un 8 a un 21% de IVA. ¿Te preocupa?

–Quien compra música lo hace no porque sea un lujo, sino un placer. En Inglaterra la gente compra más música que alcohol. Al público no le va a dejar de gustar escuchar música. La crisis es más general, no de la música en particular. Nos ha venido dado y hay que aceptarlo, pero ya hemos empezado a buscar soluciones al margen del mercado.

–Viendo cómo están las cosas en España, ¿no te apetece hacer algo más reivindicativo?

–Totalmente. En Guatemala participaba en muchas performances, incluso cuando aún no se había firmado la paz. Dos de nuestros colaboradores ganaron el León de Venecia en la bienal de arte, la máxima distinción para menores de 30 años. Una vez, como gesto simbólico, descargamos una tonelada de ceniza frente al Palacio de Defensa en protesta por la política de “tierra arrasada” [por la cual el ejército guatemalteco quemaba las aldeas por donde habían pasado los guerrilleros]. Ha habido gente que se ha cosido la boca o que ha estados dos días drogada deambulando por un museo. El arte es algo simbólico, pero nunca te va a llevar a algo real. Sí a la inspiración, pero a nada más. Soy muy pragmático y me preocupo de lo que está en la calle. Como los punkis que dicen que la cresta se lleva en el corazón.

–Volviendo a lo trascendente: muchos no podremos agradecerte nunca lo suficiente que en esta época de cánones femeninos esmirriados y quasi anoréxicos impuestos desde cine y pasarelas te empeñes en reponer el fetichismo carnoso por las nalgas.

–Es como la época del disco en los setenta, en la que lo importante era el desasosiego. Es algo que no debería perderse. Hasta las abuelas pueden mover las nalgas.

–Para acabar: ¿qué te hace pensar que Tiger Woods es gay?

–Los medios sólo hablan de sus 6 ó 7 affaires, ¡pero tal vez sea gay! Lo que digo es que es necesario desconfiar de los medios de comunicación y ser cínico ante lo que está pasando.