El cierre de los cines Renoir ha sacudido la fibra de la ciudad como sólo los asuntos verdaderamente importantes lo hacen. Ante la sensación de que se puede perder algo característico, interesante, distintivo, sensible y coherente para una ciudad que se pretenda de hoy día, han sido muchos los que han reaccionado. Según afirman desde la plataforma Salvem els Renoir (salvemelsrenoir.org), ya son 1.000 personas las que se han unido a la iniciativa para salvar los cines.

Para tratar de demostrar que ese sustrato, ese hilo íntimo y particular con los mallorquines existe y no debe cortarse, este reportaje intenta rastrear en la memoria sentimental personal que los cines Renoir y sus películas -ese tipo de películas que sólo se preocupa de tener calidad cinematográfica- han creado en cineastas, artistas, músicos, periodistas, gestores culturales o cinéfilos de la isla.

La periodista Marga Melià resume perfectamente lo que significan los cines, lo que probablemente sucederá y lo que debería suceder: “Supongo que el ayuntamiento hará un aparcamiento en el solar. Pero los espacios que son simbólicos conforman nuestra vida y nuestra realidad, en solitario o en grupo. Es por eso que estos hábitats deben sobrevivir”.

El reportaje incluye un relato breve de la escritora y cantante Macky Chuca.

Si quieres participar, envía tu recuerdo personal, la anécdota personal que te vincula emocionalmente a los cines Renoir o la película o películas que tanto te impactaron y que recuerdas haber visto en esos cines a sopasmallorquinas@gmail.com, y se añadirá a este reportaje.

Pedro Barbadillo (director de la Mallorca Film Commission, dedicada a la promoción de rodajes locales nacionales e internacionales en Mallorca, y coimpulsor de la iniciativa popular para salvar los cines): “Los Renoir son el referente del cine de calidad. Y como anécdota, una bien reciente: en El exótico Hotel Marigold, que vi en el Renoir, se dice la frase ‘Al final todo acaba bien. Y si no acaba bien, es que aún no es el final’. Fue lo que acabó por decidirme a intentar hacer algo por estos cines”.

Agustín Fernández Mallo (escritor y poeta): “En los Renoir vi la cola para entrar más grande que he visto nunca. Era un pase de Pi, fe en el caos, la primera película de Darren Aronofsky, un día que no era el estreno sino un pase especial organizado por algún colectivo. También recuerdo especialmente Pepe Guindo, una película que era casi un monólogo, protagonizada por el gran Fernando Fernán Gómez, en el que repasaba su supuesta vida como músico para hablar también, creo yo, de su propia vida”.

Eduardo Jordá (escritor, poeta y articulista): “Mi cine de referencia es el Rialto que estaba en la calle Sant Felio, que fue el equivalente en los años setenta de los Renoir: versión original, Bergman, películas minoritarias, búlgaras y danesas… A los Renoir he ido con mi hijo, e imagino que lo que los jóvenes han descubierto en ellos ha sido algo parecido”.

Rodo Gener (actor, integrante de La Impaciència Teatre y presidente de la de la Associació d’actors i actrius professionals de les Illes Balears AAAPIB): “Fue mi pareja quien me lo dijo: ‘Cierran nuestro cine’. Allí fuimos a ver Pa negre en nuestra primera cita, que ya sé que no es una película muy romántica”.

Marga Melià (periodista, documentalista y cortometrajista): “Cuando era pequeña mis padres me ponían Allen, Truffaut, Fellini, Bergman… Con la adolescencia vino el despiste, y con los Renoir retomé la costumbre de ver buen cine. Fue entonces cuando vi, si no recuerdo mal, mi primera película en los Renoir, Los amantes del círculo polar. Estos cines son como los Verdi en Barcelona: puedes ir sin consultar la cartelera porque siempre habrá algo interesante para ver. También me hace reflexionar sobre que no es lo mismo ver algo bajado de internet que en una pantalla grande. Cuando me enteré de que cerraban me acordé de Cinema paradiso, de la escena cuando Totó vuelve al pueblo y ve que han cerrado el cine:

-¿Cuándo ha cerrado?

-En mayo hará seis años. Ya no venía nadie (…). Ahora, el cine es sólo un sueño.

Joan Cibersheep (músico, performer y artista audiovisual en Cibersheep): “Fui a los Renoir una vez por semana durante una época muy concreta de mi vida junto a un grupo de amigos. Siempre había algo interesante, poco o mucho, que podías ver: películas vietnamitas, finlandesas o danesas que te hacían explotar la cabeza. Los Renoir eran también el único sitio donde podía pasar que fueses un mediodía, llegases tarde, y como estabas tú solo en la sala te dijesen ‘¡Claro que te pongo la película! ¡Ahora mismo!’. También los recuerdo especialmente porque durante un año fuimos repetidamente a ver Airbag, que ponían una vez al mes. ¡Siempre estaba lleno! Acabé llevando a verla a un austriaco, dos portugueses y un alemán”.

Pep Toni Ferrer (músico en Oliva Trencada, Saltamartí o El Gran Amant): “Recuerdo haber visto en el Renoir la impresionante Cruzando el puente, un falso o medio documental de Fatih Akin en el que, de la mano del Blixa Bargeld, líder de Einstürzende Neubauten, busca las distintas músicas que se hacen en Estambul. Salen los Mogwai de Turquía, o una cantante que graba usando el tremendo eco natural de una mezquita, rollo Maria de Mar Bonet o la Pantoja, o unos hippies súper drogados… Los Renoir era el único sitio donde se podían ver películas o documentales sobre música”.

Salvador Oliva (actor y dramaturgo en La Impaciència Teatre): “Tuve la suerte, buena o mala, de vivir una separación sentimental, y canalicé mi angustia existencial y emocional a través de una serie de películas que sólo se podían ver en los Renoir, lo cual además me ayudó a desarrollar mi vertiente artística”.

José Vidal Valicourt (escritor, poeta y articulista): "Hay muchas películas, pero así a bote pronto: Inland Empire, de David Lynch. En la sala había, sin quedarme corto, cinco espectadores, contándome, todos lynchianos. Sin embargo, ahí me cabreé con el maestro y no puede aguantar el tipo durante las más de tres horas de largometraje, y abandoné la sala con sensación de derrota. Volví a verla, días después, y entonces se obró el milagro, me dejé llevar por la metralla de imágenes, y resulta que ha sido una de las películas que me han influido, desde el punto de vista estético y narrativo en mis últimos libros. Me costó entrar, pero cuando entré, uf, todo fue fluído. Dejé la razón aparte, y me entregué al delirio lynchiano".

Juan Antonio Horrach Moyà (galerista y cinéfilo): “No dudé en dar mi nombre en cuanto me enteré de la iniciativa para salvar los Renoir. Me parece fantástico poder participar en ello en la medida de la energía de cada uno. En cuanto a películas, recuerdo especialmente Melancolía, de Lars von Trier, y también Fresa y chocolate, que fue una de las primeras que vi”.

Irene La Sen (poeta, coorganizadora del slam de poesía de Mallorca y del Festival de las palabras Live on Mars!): “La última película que vi en el Renoir fue Pa negre, porque quería verla en catalán para sentir el retorno a las raíces: nací en Barcelona, viví muchos años en Palma y desde hace un tiempo resido en Madrid. Me impresionó muchísimo”.

Javier Cadavieco (artista audiovisual): “Para mí es imborrable Bowling for Columbine: ya la había visto en castellano, pero quería verla en versión original aunque fuese un documental. Fue en aquella época en la que parecía que en España no teníamos problemas y que sólo los había fuera. Los Renoir de Palma trajeron algo que antes de ellos solo pude ver en Barcelona, en mi época de estudiante”.

Toni Nievas (director, cortometrajista, realizador e humorista multiplataforma): “A mí los Renoir me vinculan a Happiness, de Todd Solondz, cuyo poster hizo el gran historietista Daniel Clowes. Es la película que inauguró el boom del cine indie raro”.

Jordi Maranges (músico): “Para mí los Renoir son sobre todo el espacio, ese pasillo con los carteles que es como una antesala de una realidad paralela”.

Toni Gomila (actor, dramaturgo, integrante de la compañía teatral Produccions de Ferro): “Tengo una amiga canadiense, y nos gusta ver la misma película para luego comentarla. Y claro, la única manera de hacerlo es a través de las películas de los Renoir”.

Toni Bauzá (organizador del ciclo Estación Spoken Word): “Recuerdo especialmente Bolivia, una película argentina que, a través de lo que pasa en un bar, cuenta lo dura vida de los bolivianos que van a trabajar a la Argentina. Y recuerdo también esas fichas de cada película que había a la entrada, que daban tanta y tan tanta información. A menudo iba un rato antes sólo para leer varias de ellas”.

Xisco Vargas (músico y promotor): “Sólo recuerdo una película: Roma, de Adolfo Aristarain, un peñazo. Para mí los Renoir son los cines en cuyas butacas no quepo”.

Jesús Torné (responsable del blog Cinemallorca -cinemallorca.wordpress.com- y gourmet): “Películas recientes que me impactaron y que vi allí son Shame, Drive, Malditos bastardos, Pozos de ambición o An education. Mi nostalgia viene por la primera vez que fui a esos cines: todavía no vivía Mallorca y me surgieron trabajos esporádicos aquí. Busqué en la prensa si en la isla había salas en versión original, y al ver que sí, pensé que Palma era una ciudad culturalmente avanzada”.

Fernando Alomar (crítico de cine de Diario de Mallorca): “La película que más recuerdo asociada al Renoir es Bobby (sobre el asesinato de Robert Kennedy). En esos cines, cada año y a pesar de las gestiones del diario, no conseguíamos tramitar el pase de crítico, pero siempre que iba me hacían el favor de dejarme pasar”.

Bàrbara Galmés (ex consellera de Educación i Cultura del Govern Balear): "Además de haber visto las mejores películas y de convertirse en costumbre semanal acudir a sus estrenos, donde te encontrabas a amigos y conocidos con los que comentar toda su oferta, ir a los Renoir me hacía sentir como si estuviera en otro país o en otra película. Allí se oían todas las lenguas, en las películas y entre el público que en sus salas se refugiaba a disfrutar de una versió original. En los Renoir, Palma volvía ser una ciudad culta, inteligente y cosmopolita".

Luis Jaume (artista): "Una noche fui solo a ver LOL (Laughing Out Loud), una película divertidísima de Lisa Azuelos con una interpretación muy fresca de Sophie Marceau. A mitad de la película un chico que estaba sentado a mi lado me agarró la mano. Debió pasar vergüenza porque no le correspondí. Al salir de la sala le detuve y le invité a unas cañas".

Joan Vich (promotor y músico): "Como aficionado al cine, y como vecino del barrio durante años, tengo muchos recuerdos asociados a los Renoir: películas emocionantes, entretenidas, épicas, aburridísimas también; reuniones con amigos en la cervecería (en ningún caso aburridísimas); vueltas a la manzana buscando aparcamiento sin éxito (¡me aburro!).

Pero sólo me gusta recurrir a la nostalgia cuando es la única salida posible, prefiero ilusionarme con el presente y el futuro. Y el presente y –esperemos– el futuro lo representa la plataforma ciudadana Salvem els Renoir: una iniciativa colectiva que, si sale adelante, será la noticia más importante que haya dado la cultura en esta ciudad en décadas. Ya lo es, de hecho. Que un grupo de ciudadanos se rebele contra una situación que empobrece su entorno y demuestre que con la unión de la comunidad se pueden lograr objetivos concretos, duraderos y que benefician a una mayoría es algo que nos habían hecho olvidar años de individualismo neoliberal.

Juntos podemos. Sin recurrir a mecenas, a grandes empresas ni a instituciones dirigidas por corruptos o, en el mejor de los casos, por políticos profesionales dedicados a mantener sus cuotas de poder.

Obviamente, todo esto es consecuencia directa del 15M y de su demostración de que se puede trabajar de manera colectiva y horizontal, sin depender de grandes inversiones ni esperar grandes beneficios, y es una bofetada en la cara de los cínicos, de los conformistas, de los agoreros y, sobre todo, de los políticos incapaces de hacer algo así con el dinero de nuestros impuestos.

Viva el cine en versión original pero, sobre todo, ¡viva la gente!".

Relato breve de Macky Chuca:

Me gustaría contar que mi historia de amor con el Renoir comenzó a los pocos días de poner el pie en esta isla, pero lamentablemente no fue así: mis primeros años sin papeles en Mallorca fueron de privaciones, y mi amor por el cine sufrió igual que sufrió mi pelo sin raros peinados nuevos, y mis cutículas. Digamos que había otras prioridades.

Pero en cuanto pude ir al cine del nuevo, me llevé un shock importante. Fui a uno de los cines comerciales a ver Gangs of New York y la puta película estaba doblada. ¡Doblada! Como esas pelis casposas del sábado a la tarde en Cine de Superacción. Ni los puñales volando del Carnicero me distrajeron del dolor de tímpanos.

Venía una muy mal acostumbrada. Mi Buenos Aires querido no sólo tiene cinematecas, cines abiertos todo el día, funciones a las 2 de la mañana: allí, una deja de ver películas dobladas a los diez años, en cuanto ya puede leer con fluidez. El Rey León tal vez esté doblada, ¿pero las películas para pre púberes? Ni hablar. Yo vi de estreno E.T., Cazafantasmas y Volver al Futuro con subtítulos, como debe ser. Entonces sigo sin poder entender el omnipresente doblaje, ni la orgullosa respuesta a mis quejas “es que el doblaje español tiene fama mundial”. ¡Robarle la voz a un actor! Vergüenza debería darles. La versión original agudiza la mente y afina el oído.

Ahí apareció el Renoir, para devolverme la experiencia de ir al cine y disfrutar.

Guardo muchos buenos recuerdos del Renoir, pero hay dos que brillan con más fulgor.

Shine a Light, el concierto de los Stones filmado con cien mil cámaras por Scorsese. Lo vimos con una amiga, y el hecho de que la sala estuviera prácticamente vacía (como tantas otras tristes veces) permitió que nos montáramos una pista de baile en la última fila. Saltamos, aplaudimos cuando salió Buddy Guy y aullamos cuando la ocasión lo exigía. El otro espectador, unas filas más allá, se animó también, y bailó en su asiento. Salimos extáticas, sudorosas y oliendo a cerveza. La pantalla grande a veces tiene esa magia teletransportadora.

El otro recuerdo es de una tarde lluviosa y gris, tristísima, de esas en que una va al cine como plan de evasión. En este caso la que necesitaba olvidar era otra amiga, que venía con el corazón roto. La película elegida fue Bienvenidos al norte, una comedia francesa. El truco funcionó, a medias: nos reímos a carcajadas, y de la risa pasamos a las lágrimas que no tenían que ver con lo que pasaba en pantalla, o sí, y también hubo abrazos y otra vez risas, porque el cine y la vida se parecen.

Alguien una vez me dijo, con mentalidad eminentemente orgásmica, que la vida no tiene final feliz. Yo, que tengo la maldición de ver la botella siempre medio llena, discrepo. Ahora ya no hablamos de finales de película, sino del final de un cine querido. Quiero creer que esta vez no es una despedida, que esta iniciativa comunitaria de reabrir una o dos salas del Renoir llegará a buen puerto. Será un buen ejemplo de que juntos somos fuertes, de que basta que nos lo propongamos para cambiar las cosas, y hay muchas cosas que cambiar.