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PARA LOS FANS

Iván Ferreiro. Sala Assaig (Palma). Aforo: lleno (800 personas aprox.). Promotor: Alter Ego

Iván Ferreiro ha conseguido situarse (ya desde sus tiempos con Los Piratas) en ese insólito y meritorio terreno intermedio desde el que recibir el reconocimiento tanto de quien tenga paladar para la música como de quien no se ha preocupado de trabajarlo. Dicha categoría se da muy poco en España, y es habitual que sufra la mala, malísima suerte, de verse otorgada a los engendros triunfitos, al ñoño-pop (40 Principales, Cadena 100, Kiss FM, etc.) y a ponzoñas similares. El vigués lo ha conseguido por medio de unas canciones bien escritas y mejor armonizadas, de coreo muy pegadizo, amén de unas letras muy efectivas que, como si de su propia poesía de la experiencia se tratasen, le podrían ubicar como un –agárrense los puristas–Gil de Biedma pedestre.

El del pasado viernes fue un concierto-trampa: sólo los muy fans de Ferreiro podían disfrutar de una velada de casi dos horas servida en su práctica totalidad por un hombre sentado ante un piano. Y como éste no es un virtuoso que pueda complementar la interpretación con exhibicionismo técnico al teclado (y los dos guitarristas acompañantes se dejaron los decibelios en casa; su aportación no tuvo presencia), es comprensible que el no iniciado sólo viera monotonía. Sería una injusticia para el buen repertorio de Ferreiro, necesitado como la mayoría de una buena banda de apoyo para ganar nuevos adeptos y ofrecer espectáculos inapelables. Por otro lado, el gallego es suficientemente salao (ha convertido las interrupciones y el reinicio de canciones en simpática marca de la casa) y defiende sus canciones con intensa convicción como para merecer la atención de quien no quiera ponerse muy estricto y dársela.