Galería de fotos por César de la Lama:

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La definición no es mía: la oí al vuelo allí mismo (de ahí el entrecomillado), y como punto de partida no me parece mal. Lo siguiente es acotar si fue poco o suficiente: para cualquiera que aspire a respirar siglo XXI, programar una verbena de tres días con grupos como Chicks on Speed y rebozarlo de buenrrollismo caviar con documentales al aire libre, tenderetes, exposiciones, conferencias y etcétera, es un gran avance con respecto a la enésima fiesta patronal con Juan Campos, Horris Kamoi o la Orquestrina de Algaida como evento estrella. Pero para otros, tal vez no fue suficientemente rara, única, y sí muy dispersa.

Si uno se para a pensarlo, Idea Deià no se distingue tanto de otras fiestas con invitado ilustre moderno. Por ejemplo, lo que monta Renou Col.lectiu desde hace ya nueve años en Manacor y Porto Cristo: un clásico ineludible de modernidad bien entendida y programada con tremendo buen gusto, aunque de orientación más rock.

Los chicos modernos de Deià, alrededor de la figura de Llewellyn Graves, nieto del poeta Robert Graves, han montado esta segunda edición a la que le sigue faltando algún plus concreto que lo ponga por delante en algo: el arte, la música, los audiovisuales o lo que sea. Aún así, que nadie dude que la jornada fuerte, la del sábado (aunque todos los asistentes del viernes coinciden en que Oso Leone estuvieron extraordinarios), fue un fiestón.

Abrieron Pamboli Band con un bolo de versiones desde Rolling Stones hasta The Doors, simpáticos y anecdóticos. Después tocaron Los Primos, por quienes voto como campeones de la noche: empezaron algo titubeantes, pero en cuanto llegaron al cogollo, su flamenco rumbón conectó hasta con el que no mueve la cintura ni con descargas eléctricas. Tras ellos ya vino el DJ King Dza Dza. Era la una y pico, y a muchos nos pareció que se finiquitaba demasiado pronto lo analógico para pasar a los platos. Sin embargo, el pinchadiscos lo solventó más que bien: estuvo lo suficientemente orgánico, con cintura y evitando la monotonía de pistón como para no vulgarizar la noche. La duración del set, unos tres cuartos de hora, ayudó a la digestión.

Hacia las 2 de la mañana saltaron a los platos Melissa Logan y Alex Murray-Leslie, Chicks on Speed. No vinieron con banda, que es lo que habría sido un gran puntazo, pero viendo el ambiente y la actitud del público (calculo que unas 2.000 personas en el momento álgido), las cabezas de cartel triunfaron sobradamente. Sonaron difusas y previsibles con la música ajena (Sweet Dreams de Eurythmics, los ritmos tribales), aunque muy festivas con la propia (We don’t play guitars, jitazo de hace unos años). Mención especial para los visuales de Pfadfinderei: ahí había personalidad, algo carísimo en este campo. Y del resto, lo habitual: no los vi.