Revisando la historia

Desde la Transición, los dos grandes temas del tebeo histórico español han sido la Guerra Civil y las diferentes historias regionales que convenían a los mitos nacionalistas

Revisando la historia

Revisando la historia / Florentino Flórez

Florentino Flórez

Florentino Flórez

Por eso sorprende el renovado interés por ciertos personajes de nuestro pasado «imperial». «Lezo» se construye desde la épica. Blas de Lezo es un superviviente de mil batallas a quien ya habrían dedicado unas cuantas películas en cualquier otro país. Aquí no, aquí seguimos con Aguirre y la cólera de Dios. Los autores han saltado por encima de los prejuicios y han visto la gran aventura que podía contarse a través de su biografía. Resulta refrescante ver las clásicas batallas navales contadas al revés. Ya no son los bravos marinos de la armada inglesa los buenos, con los inquisidores españoles como taimados enemigos. Aquí se explica cómo la pérfida Albión luchó para arrebatarnos nuestros dominios. O se intenta, ya que los resultados no están a la altura. El dibujo tiene fuerza, pero le falta cuidado en los detalles, las actuaciones y la composición. En muchas escenas cuesta entender lo que está pasando, algo imperdonable con coreografías bélicas tan complejas como las que aparecen aquí. La descripción de los personajes se esfuerza con los principales, pero muchos de los secundarios, que habrían aportado una dimensión más humana al relato, quedan desdibujados y sin fuerza. Los autores trabajan en una segunda parte que esperamos sea más clara y matizada, ya que su esfuerzo puede abrir nuevas vías en el lánguido mercado español.

«Soy la Malinche» está mejor acabado. Si en «Lezo» esa aproximación casi reverencial a una figura militar heroica es casi inaudita en el panorama del cómic español, el enfoque de Alicia Jaraba es el habitual, desde una perspectiva de género, poscolonial y con un gran respeto hacia los indígenas. El principal problema al trasladar la vida de la Malinche al cómic es que ya existe una obra maestra al respecto, el «Quetzalcoatl» de Mitton. Obviamente los constantes hallazgos arqueológicos permiten siempre ofrecer nuevas interpretaciones de hechos históricos conocidos. Pero el relato de Mitton tenía una fuerza arrolladora, construía un personaje femenino muy poderoso, una superviviente que se enfrentaba a las mayores atrocidades en el centro mismo del infierno, con escenas de una ferocidad abrumadora, como cuando escapaba de la matanza en la gran pirámide o su huida hasta encontrarse con Cortés. Más allá de su veracidad histórica, era un relato fascinante, una narración difícil de superar.

Ya no son aquí los bravos marinos de la armada naval inglesa los buenos...

Aquí el enfoque es muy diferente. Primero, se evita la épica y las situaciones excesivamente violentas o dramáticas. Se ajusta a lo poco que se sabe de la Malinche: que fue la hija de un cacique, que la vendieron como esclava y que acabó como regalo para Cortés y sus hombres. Si a algo recuerda esta obra es a la muy interesante «La llegada» (Villeneuve, 2016). La premisa es que toda relación con otra cultura puede ser violenta o amigable, intercambiamos hostias o palabras. Y cuando no conocemos las palabras, lo más habitual son las hostias. De ahí la importancia de los traductores, aquellos capaces de entender al Otro. Toda esa parte está realmente bien escrita, no en vano la autora es una licenciada en filología. Tanto la forma en que expresa los lenguajes que se conocen y los que no, o a medias, como la progresiva toma de conciencia de la protagonista respecto a sus poderes como «la señora que habla» son perfectos, conmovedores y muy creíbles. En otros pasajes la aproximación se queda un poco blandita, un tanto Disney. Sobre todo, la relación con la abuela, como transmisora de la tradición y los sabios consejos, que acaba resultando predecible. También echo en falta ciertos matices en la relación con la madre, resuelta con trazo muy grueso. Y, de entrada, que una historia tan llena de grandes sucesos como ésta se esfuerce por evitarlos, acaba siendo un tanto decepcionante.

Con todo el balance es muy positivo. El grafismo es mínimo y tembloroso, sirve de vehículo a la narración y diferencia bien los personajes. Viene acompañado por un color espléndido, muy climático. Ninguna pega en el apartado gráfico. En cuanto al guión, acierta al presentar a la Malinche más interior, al prestar atención a su recorrido personal, a sus dudas, pero también a sus certezas. Especialmente bien escrita me parece la escena en que discute con Cortés la importancia de sus dioses, que valen tanto como el de los cristianos. Y no es el único momento en que se aprecia la calidad de la escritura.

Un trabajo muy respetable y recomendable.

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