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NOVELA

El vuelo feliz de Giovanna Giordano

Una autora italiana de culto y una novela sobre Abisinia que desprende lirismo y exorciza la guerra a través de la belleza

Ilustración: El vuelo feliz de Giovanna Giordano Pablo García

Parece ser que cuando aún era muy joven la escritora y periodista Giovanna Giordano (1961), milanesa de nacimiento, siciliana de adopción, le envió a Leonardo Sciascia unos catálogos de arte que ella misma había editado. Años después descubriría que el empleado de la oficina de correos se los guardaba en vez de hacérselos llegar. Cuando tuvo la oportunidad le contó la historia y al autor de Racalmuto le gustó. A partir de ahí se estableció una especie de relación de padrino y ahijada. Giordano, como ella misma asegura, ha «vivido siempre cerca» de Sciascia y de Gesualdo Bufalino, un magnífico escritor tardío al que el propio Sciascia persuadió para que publicase Perorata del apestado cuando ya había cumplido los 60 años. El lirismo que desprende la prosa de Giordano puede que sea también deudor del poeta Salvatore Quasimodo, que completa el círculo íntimo literario de la Magna Grecia iluminado por las luces de Pirandello. Como intimista, aunque a la vez compensada por el carácter expansivo de la autora, es la escritura a mano de Giordano, trotamundos domiciliada en Catania. Sciascia ya no vivía cuando vio la luz por primera vez en 1997 Un vuelo mágico, la segunda de sus cuatro novelas, ahora publicada en castellano por Periférica e inspirada en la peripecia del abuelo de la autora, Gaetano Giordano, que se fue a la guerra en África y tuvo cinco años de una vida feliz como héroe en el continente, y otros cinco de penalidades capturado por los ingleses y recluido en un campo de prisioneros en Kenia. El protagonista en la ficción es el piloto Giulio Giamò, apodado Zanzara (Mosquito Zancudo) por la facilidad con que aterriza en cualquier lugar y de manera silenciosa. Giamò, a bordo de su aeroplano, un Caproni 133, para el transporte y el bombardeo ligero, bautizado «Vida Nueva», aterriza en Eritrea en junio de 1935, con una misión secreta que él mismo incluso desconoce: entregar al Negus, el emperador Haile Selassie, una declaración de guerra firmada por Mussolini. Todo sucede poco antes de que los italianos invadan Abisinia. La aventura comienza al aterrizar en Otumlo. Es su primer viaje a África, se siente muy vital, feliz y lleno de emoción; queda maravillado con la exuberancia del continente negro al acercarse a la pista porque desde allí divisa la fauna –cebras, jirafas, elefantes, leones y gacelas– y una vegetación exótica donde abunda el agave y la tierra es roja.

GIOVANNA GIORDANO. Un vuelo mágico. Traducción de Celia Filipetto.  Periférica, 192 páginas, 17 €.

GIOVANNA GIORDANO. Un vuelo mágico. Traducción de Celia Filipetto. Periférica, 192 páginas, 17 €.

Giordano cree que los libros son mensajes en una botella. En Un vuelo mágico las palabras parecen estar preparadas para exorcizar la guerra. La tragedia que se avecina en Abisinia intenta curarla la autora con la belleza del lenguaje y de las descripciones, del hombre que, sin percibirlo, lleva las peores noticias y nada más llegar sucumbe atrapado entre la belleza de un continente que lo deja extasiado, apenas sin respiración. Conoce a una esclava que usa libélulas por pendientes y a un papagayo decidido a filosofar; la parábola del mundo inocente ajeno al conflicto bélico se sucede del estallido a la paz. Todo fluye con armonía en esta preciosa fábula con recuerdos del Saint-Exupéry de El principito y notas lejanas de Antonio Tabucchi, que tuvo tiempo para admirar el brío narrativo de Giordano, que se ha convertido en una escritora de pocos libros y de culto en Italia, además de haber sonado su nombre como candidata al Nobel de Literatura en 2020.

Siempre hay viaje y melancolía en los libros de esta escritora. Bien en busca de paz o de nuevos horizontes. En su última novela Il profumo della libertà (2021) cuenta la historia de Antonio Grillo, que en 1923 dejó su tierra para llegar a América y vivir una vida larga y ancha, en una odisea recargada de nostalgia. El protagonista suelta amarras y deja atrás la idea de regresar, lleva consigo piezas de su mundo original en una maleta: piedra pómez para la ligereza, azufre para la energía y una funda de almohada bordada con las palabras «sé siempre feliz», que la convierte en bandera. Igual que en el relato de Abisinia el hecho de aterrizar en cualquier terreno imposible se traduce en una feliz visión de un mundo que, sin embargo, se acerca a la catástrofe de una guerra. El optimismo de la autora puede sonar a flauta mágica y, sin embargo, es su escritura la que nos acerca a la grandeza de un tipo de sueño más atinado.

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