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ESCENA

Construir un mundo desde el escenario

En recuerdo del maestro Ezio Frigerio

Ezio Frigerio y su esposa. LNE

El pasado mes de febrero fallecía uno de los grandes nombres de la escena internacional, el escenógrafo Ezio Frigerio que, con su mujer, Franca Squarciapino, fue parte imprescindible durante las últimas décadas, del teatro, de la ópera y del ballet en Italia y en medio mundo.

Ambos han vinculado asimismo su trayectoria a la zarzuela y en el teatro Campoamor se ha podido ver su magistral escenografía de La tabernera del puerto y este mismo mes se estrenará Los gavilanes, impulsadas por el Teatro de la Zarzuela bajo la dirección de escena de Mario Gas, en el que probablemente haya sido uno de sus últimos empeños, a unos 91 años, tan joviales y pletóricos de creatividad. Además de con Gas, en nuestro país también trabajó con Nuria Espert –de hecho, fue ella quien puso a ambos en contacto–, Josep Maria Flotats, Emilio Sagi o Lluís Pascual. En nuestro país, Frigerio fue galardonado por la Medalla de Oro de las Bellas Artes de España.

Frigerio tiene en su haber trabajos esenciales que vertebran la escenografía teatral, especialmente desde los años setenta en los que su influencia creció de manera continua. Trabajó desde mediados de los cincuenta del pasado siglo con Giorgio Strehler, un gigante del teatro, en una relación que arrancó con una producción de La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca. También en el mundo del cine dejó su impronta en películas de Vittorio de Sica, Liliana Cavani o Bernardo Bertolucci, entre otros.

En el ámbito del ballet colaboró asiduamente con Roland Petit y con Rudolf Nureyev, de quien incluso llegó a diseñar su tumba en París. En el mundo de la ópera el tándem que formaba con su compañera de vida y de creación artística, la anteriormente citada Franca Squarciapino, ha sido imbatible. Han realizado escenografías y vestuarios espectaculares en el gran repertorio lírico en los principales teatros de medio mundo.

Con el recuerdo a Frigerio conviene reivindicar la labor de los escenógrafos, generalmente muy desconocidos para el gran público. Insertos en un equipo cuya cara más visible es la del director de escena a veces se confunde su cometido, que va más allá de la construcción de unos decorados. Tienen la responsabilidad de materializar las ideas sobre la obra del director de escena y crear un mundo que arrope a los personajes, que les de vida. De su visión puede depender, mucho más de lo que se cree, que una velada alcance un gran éxito o se quede a medias.

Quizá por la complejidad del oficio, cuesta encontrar carreras de la longevidad y de la importancia de la de Frigerio. Él, sin duda, ha sido un maestro y sus creaciones han permanecido y ejerciendo influencia en las nuevas generaciones. Varias exposiciones, alguna de ellas en Madrid, han sido fieles testigos de su creatividad y también de su ductilidad para trabajar con directores muy diferentes sin por ello renunciar a sus ideas teatrales.

Demostró el escenógrafo italiano su capacidad para dejar su sello peculiar en cada nueva propuesta. Sus trabajos sobre el apabullante repertorio lírico italiano son incuestionables, si bien asimismo frecuentó con fortuna otros autores como Mozart o Richard Strauss. Se ha ido uno de los nombres sustanciales del mundo teatral europeo, además de un verdadero sabio, un gran conversador y verdadera memoria viva de la actividad teatral y lírica en multitud de países. Afortunadamente nos queda la grabación de muchas de óperas para las que realizó escenografías que, a buen seguro, será un material esencial para entender la evolución de la profesión en el último medio siglo.

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