El Valle de Arán pasará a la historia por la aventura fracasada del exilio republicano español en octubre de 1944, cuando fuerzas del maquis, que liberaron de nazis el Mediodía francés, intentaron la penetración en la España franquista con el objeto de liberar un pequeño terruño e izar la bandera republicana. Sin embargo, no ha sido un escenario que se haya prodigado en la novelística. Si la memoria no me falla, en los últimos años sólo se ha publicado Inés y la alegría, de Almudena Grandes, con esos parajes como fondo.
José Luis Muñoz rescata para la ficción esos espectaculares paisajes, con los impresionantes bosques de Torán y el Coth de Baretges, como testigos mudos de un terreno recorrido por mercenarios, terroristas, prófugos, contrabandistas, asaltantes de caminos, traficantes de seres humanos, tanto en la paz como en la guerra. Lo exótico se encuentra en ser zona fronteriza, en la que se hablan varios idiomas y dialectos, por lo que todos son extranjeros. Recordemos que también los paraísos fiscales suelen tener esa peculiaridad. Un territorio habitado por quinientos vecinos -donde todo se sabe y los secretos son cosa de ultratumba-, pero el más vigilado de la tierra -tres cuerpos policiales tienen competencia sobre él, la Benemérita, el CNP y la policía autónoma catalana- y con el mayor número de armas por habitante. Ese es el escenario sobre el que pululan sus personajes principales, tres hombres y tres mujeres, con un elenco muy nutrido de secundarios.
La trama semejaría un western, en cualquier pueblo del Far West, si no fuera porque todo está cubierto de nieve, la "mierda blanca". Un forastero, Marcos, llega al pueblo, días después de que ETA declarase un alto el fuego unilateral e irreversible. La aparente paz del valle se perturba, todos se preguntan quién es ese extraño y con qué intenciones ha llegado. En el bar del pueblo -saloon- se encuentra con el sheriff, el teniente de la guardia civil, Antonio Muñiz -jefe del puesto y con un pasado oscuro en el cuartel de Intzaurrondo-. Y en este posible duelo en la alta sierra que se masca en el aire, no podía faltar la figura del fuera de la ley, que encarnará un cazador furtivo. En las miradas, diálogos, poses y ambiente asfixiante, uno recuerda en esta novela de José Luis Muñoz la pluma de Jim Thompson. Sin embargo, cuando aparecen en escena las tres mujeres protagonistas, Ana, Tiphaine y la Rubia, Thompson deja paso al mejor James M. Cain, donde todo presagia una muerte, sin que sepamos de quién. Y el supuesto western se tiñe de sexo, celos, reproches, vidas cruzadas y malogradas, frustración, venganza y violencia. Al final, la novela, con referencias constantes a La montaña mágica de Thomas Mann, se va a convertir en un alegato contra la violencia, venga de donde venga, y en la muestra de que cualquier venganza, ya se sirva fría o caliente, siempre es inútil.
JOSÉ LUIS MUÑOZ
Cazadores en la nieve
Premio Diputación de Córdoba
VERSÁTIL, 208 PÁGINAS, 16
