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Cine

El hombre que escribía con imágenes

Habla Hitchcock: "La primera parte de la historia [de ´Psicosis´] es lo que en Hollywood se llama un 'arenque rojo', es decir, un truco destinado a desviar su atención con objeto de dar mayor intensidad al asesinato, para que sea una sorpresa total"

Scarlett Johansson como Janet Leigh, en ´Hitchcock´.

"(€) Usted sabe que el público intenta siempre anticiparse a la acción, adivinar lo que va a pasar. Por tanto no hay que tener sólo eso en cuenta, sino dirigir completamente los pensamientos del espectador. (€) El asesinato de la estrella [Janet Leigh] era completamente voluntario, pues de esta manera resultaba todavía más inesperado. (€) Con Psicosis dirigía a los espectadores exactamente igual que si tocara el órgano."

Habla Truffaut (prólogo a la edición definitiva):

"En los años cincuenta y sesenta, Hitchcock se encontraba en la cima de su creatividad y éxito. Ese éxito y esa popularidad la crítica americana y europea iba a a hacérselo pagar examinando su trabajo con condescendencia, denigrando un film tras otro."

Coincidencia y confluencia entre eruditos y cinéfilos. El 50º aniversario de Alianza Editorial ha coincidido con el aniversario de la publicación, en su idioma original, de la larga entrevista que el cineasta y aún crítico de cine François Truffaut realizó a Alfred Hitchcock.

Además, con motivo de ese aniversario se estrenó hace poco un documental explicando la génesis de ese libro y la importancia que tuvo en la historia del cine.

En la doble introducción Truffaut no ahorra flores para sí mismo, bastante merecidas. El origen de la entrevista no fue un capricho y sí una paradoja. Unos cineastas 'de autor' reivindicando a un colega populachero.

Explico la paradoja. Truffaut era uno de los redactores destacados de la revista especializada Cahiers du cinema. Muchos de esos críticos (Truffaut, Chabrol, Godard, Rohmer) dieron poco después el salto, con éxito, de la silla del escritorio a la que hay tras la cámara. En su fase de analistas los gabachos se rebelaron contra el conformismo del cine francés de la posguerra sin caer en el polo opuesto de alabar a Hollywood sin condiciones. Como eran inteligentes y muy apasionados del cine seleccionaron a dos cineastas anglosajones que, según ellos eran los más inconformistas de la Meca del cine, Howard Hawks y Alfred Hitchcock (curioso que, entre otros, no mentaran a Orson Welles y John Ford que están resistiendo mucho mejor el paso del tiempo).

A Hitchcock le hicieron un desagravio primero en la revista y después en la entrevista de este libro que lo puso en su lugar. Truffaut destaca que era uno de los poquísimos cineastas que hacía cine. Ni teatro en movimiento ni cuadros o postales huecas, sin hilo narrativo. Era un arte que bebía de otros pero que tenía unos códigos y una personalidad propios. Hitchcock fue uno de los que mejor los captó y dominó.

El libro es muy ameno. Hay tantas anécdotas que bordean el chiste (la definición de un McGuffin) como detalles técnicos. Truffaut preparó a conciencia la entrevista (500 preguntas). Hitchcock demostró con sus largas respuestas que no daba una sola puntada sin hilo. En su etapa inglesa fue madurando lo que sería su impronta, su estilo. Atrapar al público por el cuello con el suspense para después liberarlo y jugar al pilla-pilla con él.

Ese tuteo fue posiblemente lo que irritó a tantos egos del gremio. Le buscaron las cosquillas y se las encontraron. Dejó la verosimilitud en un segundo plano (tampoco abusó de ella, mantenía que en cada filme sólo aceptaba una gran casualidad) y tampoco entró en profundidades temáticas (como Orson Welles en muchas de su obras, o John Ford, Fritz Lang, Billy Wilder y muchos otros) para no romper el encanto del juego. A cambio sí que profundizó en las contradicciones del ser humano. Le fascinaban la mezcla de virtudes y miserias que poseemos, en mayor o menor medida, él en primer lugar, los seres humanos. Y consiguió volcarlas en la mayoría de sus filmes. Otra característica que le honró fue su perfeccionismo. Una anécdota de las muchas del libro. Para uno de sus filmes (¿39 escalones?) necesitaba un actor secundario para interpretar a un diplomático. Como no quería caer en el estereotipo que muchos tenemos de esa profesión, pidió que le pasaran antes dos docenas de fotos reales de diplomáticos. Descubrió, comprobó, que la mayoría encajaban con el estereotipo.

Otro comentario de Truffaut que me impresionó es cuando sugiere que el inglés plantea las escenas de peleas como escenas de amor y las escenas románticas como peleas, todo ello de forma sutil. Hitch reconoció que era cierto.

Las anécdotas y comentarios anteriores son un puñado de perlas extraídas al azar en las cuatrocientas y pico páginas del libro. Un clásico de la literatura sobre del cine. Igual de fascinante, instructivo y entretenido que hace medio siglo.

FRANÇOIS TRUFFAUT

El cine según Hitchcock

Traducción de Ramón G. Redondo

ALIANZA, 464 PÁGINAS, 12 €

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