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Francamente, Richard

Carta abierta al creador de Frank Bascombe y del universo literario que discurre en Sea Clift y Haddam

Señor Ford:

Quizá no conozca nada de esta tierra donde le acaban de premiar. He de decirle que hay un buen número de lugares donde usted podría emplazar su Sea Clift, ese lugar inexistente fuera de sus novelas en el que ha pasado buena parte de su vida su otro yo, el señor Bascombe. Le invito a que tome unos días de vacaciones con motivo de su viaje a Oviedo y los descubra.

Apenas he empezado mi carta y ya he nombrado al personaje con el que todos sus lectores le identificamos. No era mi intención ya que hay mucho más en su obra. El comienzo de su novela Canadá será citado de memoria como uno de los más redondos de la literatura de siempre, compendia en dos líneas lo que contienen las siguientes quinientas páginas. He de confesarle que no recuerdo otro igual desde que leí la confesión de Juan Pablo Castel en El túnel de Sábato. Por no hablar de Rock Springs, esa recopilación de cuentos ambientada en la América interior que bordean las Montañas Rocosas, o de Un trozo de mi corazón, ubicada en su Misisipi natal.

Usted ha logrado poner en nuestro imaginario un espacio geográfico propio por el que hace deambular a nuestro querido Frank. En eso coincide con otros grandes escritores: Faulkner y su impronunciable Yoknapatawpha, Benet con Región,€ pero además ha sometido el discurso de su trilogía a la restricción de unos pocos días. Hace falta mucho talento para conseguir algo así.

Dice el fallo del jurado que usted define a sus personajes con una épica irónica y minimalista y cita conceptos como mirada sombría y desolación. No me arrogaré la capacidad de contradecirlo, aunque creo captar en el discurrir de mi convivencia con Frank Bascombe la adaptación a las circunstancias y la búsqueda de la estabilidad profesional y emocional que su personaje parece haber alcanzado. Eso que usted conviene en llamar el periodo permanente. ¿Acaso se puede pretender algo más? Al trasladar a su alter ego la condición de hijo único sin otra familia que la que él mismo crea y dándonoslo a conocer cuando frisa los cuarenta, ya está divorciado y ha perdido a su hijo mayor, está dotándolo de un halo que lo pasiva frente a otros anhelos. Esa distancia sigue acompañándole hasta los cuatro relatos escritos como estrambote en los que parece haberlo despedido de nosotros.

Espero poder disfrutar de su presencia en otoño en Oviedo. Confío además en que sea uno de los premiados que tome la palabra en la ceremonia de entrega de los premios y nos regale algunas de sus reflexiones sobre la literatura y la vida que, en muchas ocasiones, vienen a ser la misma cosa. En buena medida ya lo ha hecho cuando publicó Flores en las grietas o en el íntimo libro sobre su madre. Será tan bienvenido como su esposa Kristina, a quien dedica sus libros y se nos antoja el contrapunto perfecto para el creador de maravillosas historias que usted es.

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