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Literatura extranjera

Seguimos la lucha

Entre los libros que han ido apareciendo en lo que llevamos de año quiero comentar en primer lugar el que tengo aún en la mesa porque es una joya que hay que leer despacio

Jenny Offill, autora de ´Departamento de especulaciones´.

Conversaciones con Arthur Schopenhauer (Acantilado) es una peculiar recopilación de testimonios de personas que conocieron al filósofo de Frankfurt, aunque nació en Gandsk. Interesante, sorprendente, genial en ocasiones este libro da vida desde fuera a uno de los pensadores más originales de la historia de las ideas. A este hombre que en sus textos se muestra misógino, malhumorado y de una sabiduría insoportable, le vemos despotricar contra Alemania y sus compatriotas, a los que tilda de mezquinos y cortos de miras. Le oímos hablar con admiración de las mujeres, de su hermana y de su madre. Y sí, quejarse de la vida, de sus colegas, de cómo le han tratado en la universidad, de sus ruines y ladrones editores. Nos enteramos de sus gustos culinarios, sus paseos, sus lecturas. En las páginas de este libro asoma un hombre apacible, apegado a su familia y a la vida, extremadamente curioso y sagaz, pero también ingenuo y feliz como un niño en ocasiones. Su pesimismo era una pantalla contra los pelmas, seguramente, como le pasaba a Thomas Bernhard. Me recuerda aquello del budismo zen (¿o es del maestro Eckart?) de que un hombre sabio es alguien que siempre está contento (en su interior), aunque despotrique contra todo.

Un homenaje a Imre Kertész es de rigor tras su muerte en marzo de este año. Autor de una de las novelas más hondas sobre los campos de concentración, Sin destino, del Nobel húngaro se acaba de publicar La última posada (Acantilado). Es un libro final, que fue escribiendo cuando ya estaba aquejado de párkinson. Diario de reflexiones y memorias, tiene momentos de agudo lirismo, pese a ser una obra desigual, que quizá no pudo acabar. Sin embargo, destella como siempre en Kertész la verdad y la honestidad de todas sus obras anteriores. Entre sus anotaciones hay esta: "La novela, un hijo tardío, malcriado y frágil; provoca graves cuitas a su anciano padre. Le vienen todas las enfermedades infantiles, y uno se preocupa continuamente y se pregunta hasta dónde aguantará su vitalidad. No me extrañaría encontrarlo muerto una mañana. Pero me sentiría desolado..."

Departamento de especulaciones, de Jenny Offill (Asteroide/Amsterdam), es la historia de una escritora, de su matrimonio y de su maternidad. El título se refiere a una cita de Sócrates según la cual las especulaciones sobre el universo son cosas de locos. Salpicado de citas y de gags, es una novela muy neoyorquina, quizá incluso costumbrista. La narradora cuenta aspectos de su vida en pareja y de la relación algo extraña y desapegada que tiene con su hija. A veces se ve una excesiva "cocina" detrás de esta obra, quizá porque Offill es profesora de escritura creativa. Tiene observaciones originales y un ritmo vivo, y uno se pregunta al final si en efecto las especulaciones sobre todas las cosas que nos rodean son puras alucinaciones, de lo cual nos reconvendría severamente Schopenhauer, al que tal vez Offill debería haber leído con más detenimiento.

Vuelve Karl Ove Knausgard a "su lucha" con la cuarta entrega, Bailando en la oscuridad (Anagrama). Es cierto que el noruego engancha pero también puede provocar hastío o completa indiferencia, depende del lector. Empeñado en ser el Proust de su generación, narra su vida en casi tiempo real, o al menos eso parece, si bien hay un calculado tono narrativo y un desapego hacia lo narrado que lo hace adictivo como una telenovela. Aquí, tras las entregas sobre su padre, sus diversas parejas, Knausgard regresa a sus 18 años y revisa el tiempo que pasó en una escuela rural. Su ambición de joven escritor choca con la realidad cotidiana, las expectativas y los hechos de su vida, y el libro trata de esa difícil negociación entre los deseos y los hechos a la que nos enfrentamos todos los seres humanos. Me gusta la tenacidad de este escritor, su punto flaubertiano, y sí, parece que no ha muerto el hijo tardío todavía, Imre. Seguimos la lucha, hambrientos de derrotas.

De Bernhard Schlink leímos El lector y vimos la película. Era una obra afortunada. Muy bien trabada en su planteamiento, nudo y desenlace, esa novela tenía un transfondo de indagación y pesquisa típico de la novela negra pero con un notable trabajo literario. Su última entrega, Mujer bajando una escalera (Anagrama), sigue una línea parecida. Novela bien pergeñada, que se lee con facilidad y agrado, y que nos recuerda aquel Desnudo bajando la escalera de Duchamp con este toque alemán de la serie más popular del país, Tatort.

Por fin el último pero no el menos importante, una breve mención a la novela del turco Ahmed Tampinar Lluvia de verano (Sexto Piso). Tampinar y su recreación de Estambul se ha comparado con la obra de Orhan Pamuk. Poco tiene que ver en realidad. Esta novela breve tiene una intensidad que llena por completo una tarde. Un escritor se ha quedado solo en casa y recibe la inesperada visita de una joven. Esta Sherezade le acabará contando su historia y nosotros quedaremos prendados con ella. Para siempre.

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