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Historia

Exquisito Fumaroli

Estatua de Francesco Barbaro en Santa María del Giglio, en Venecia.

Los textos que conforman La República de las Letras proceden de estudios, conferencias y debates que han animado la pasión intelectual de Marc Fumaroli, uno de los grandes nombres de la cultura literaria europea, para quien edición, autoría y transmisión del saber contenido en los libros son distintas facetas de un único diamante: aquella pretensión de Herder en virtud de la cual las lenguas y su plasmación escrita, la literatura, son el depósito privilegiado para considerar una historia de las mentalidades.

República de las Letras es uno de esos sintagmas de uso frecuente, pero cuyo nacimiento, desarrollo y evolución responden a una realidad muy concreta, que es la que Fumaroli expone. Esa realidad, decisiva para la consideración del nacimiento de una autoconciencia que explotará con la filosofía moderna, es la aparición de la imprenta de tipos móviles en torno a 1450, si bien el empleo del término Respublica litterarum es treinta años anterior y se debe a un discípulo de Petrarca, Francesco Barbaro, quien escribe a un corresponsal, Poggio Bracciolini, para felicitarle por el hallazgo de unos manuscritos que se suponían perdidos, entre ellos la Institutio oratoria de Quintiliano.

Lo que Barbaro celebra en su carta es la gratitud que generaciones de lectores tendrán hacia Bracciolini por haber exhumado esas obras que se creían perdidas, una gratitud que esclarece el trasfondo que la República de las Letras posee: el de una cofradía de humanistas que adoptan unos lazos de solidaridad destinados a preservar ese fondo intangible pero decisivo para la posibilidad de una humanidad plena, la necessitudo litterarum o vínculo de las letras.

Esta creencia en un grupo de sabios que mima un conocimiento a menudo invisible para el vulgo previene uno de los males que, paradójicamente, la difusión de la imprenta trae consigo: la multiplicación tantas veces ineficaz y casi obscena de los escritos. De modo que lo que anima esta pretensión se muestra a la luz del devenir de la Historia como una empresa filosófica, por la devoción a una verdad sensible oculta en ciertos frutos de la cultura escrita, pero no en todos. La acusación de elitismo que se pueda hacer a esta intención recorre parte de las discusiones de la República, desde la querella entre Antiguos y Modernos a la cuestión de las lenguas nacionales. Queda a consideración de un lector actual qué de impostura y qué de heroísmo ha tenido esta andadura a lo largo de los siglos, aunque Fumaroli es rotundo a la hora de enunciar una verdad no necesariamente amable: frente al relativismo y la confusión que ha conllevado la vulgarización de la lectura mediante sus desarrollos técnicos (llámense imprenta ayer o redes sociales hoy), un Senado de hombres cultos, no siempre democráticos en sus afanes, lucha desde hace seiscientos años por la difusión de un saber de la excelencia. La peripecia de esta aventura fascinante es la que Fumaroli retrata con una erudición que jamás fatiga en este libro ejemplar y, sin duda, no apto para todos los públicos.

MARC FUMAROLI

La República de las Letras

Traducción de José Ramón Monreal

ACANTILADO, 408 PÁGINAS, 33 €

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