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Vidas que jamás regresan

Vidas que jamás regresan

El agua se asemeja en todas partes, dice el personaje que acompaña al Conde mientras pesca almas muertas. Por eso Claudio Magris no distingue entre mar, río y océano cuando alude al Duero en uno de sus cuentos de lectura más intensa y conmovedora, en el que barcos y vidas permanecen, a la vez, encallados. Ciertamente, uno escucha la fuerte lluvia y termina por no oírla, lo mismo pasa con el río y el mar cuando se estrellan el uno contra el otro. Es la misma agua, paraíso de los pulpos de cabeza testicular para Raffaele La Capria, curso sentimental de la civilización para Magris, cuando se trata del Danubio o el Adriático istriano y dálmata. Del mismo modo que le sucede a Enrico, el helenista y filósofo de Otro mar que desde la Gorizia habsburgica embarca para Sudamérica y se pierde en la soledad, cuando desde el ojo de buey del barco ve las aguas oscuras y rabiosas, olas y espuma que le parecen todo lo mismo sin comprender la antífona que viene de abajo. El Conde es el nombre del relato que da título a un librito, sólo por su tamaño, que acaba de publicar Sexto Piso. También a una historia, una buenísima historia, sobre los cadáveres que flotan olvidados, vivos y muertos. Una fábula asombrosa y terrible acerca del devenir, que encuentra en el rescate de los cuerpos ahogados la medida exacta de la metáfora.

Estamos en la desembocadura del río Duero, que surge de Urbión y termina en Oporto. La voz que narra en primera persona pertenece al asistente del Conde, tripulación, marinero, arponero y mayordomo de un rey funeral del río que ejerce el trabajo misericordioso de devolver a tierra firme los cadáveres. Es el río de los mitos que las sombras no podrán cruzar jamás para volver al mundo de los vivos. El rey funeral a veces olvida haber elegido como especialidad la muerte y se muestra al mundo. El narrador de la historia se dirige, en cambio, a un testigo que luego la escribirá en alguna otra parte, mientras mantiene una especie de anonimato. De él sabemos únicamente los nombres de las mujeres de su vida. María, quien le dio un hijo y tenía los brazos morenos iluminados por la llama de los fogones de la cocina y que le cantaba "no te cases con un ferreiro que é mui malo de lavare, casate con un marineiro que ven lavado do mare"; o de Giba, fruto de los engaños del Conde que decía que las mujeres no valen nada y luego sentía melancolía al ver sus medias desperdigadas por la casa.

El agua lo destruye todo, incluso la memoria. El agua que se asemeja en todas partes, como recalca Magris. Pero hay un momento en que el marinero, ahogado por los recuerdos amargos, se rebela contra el Conde por culpa del cuerpo del mascarón de un barco naufragado con el que el jefe quiere hacer leña para el fuego. Decidido, conserva la figura de pelo rubio, pechos turgentes, con una rosa en la mano. En ella espera recuperar la memoria de María o de Giba, y con ella el alma vigilante de la casa que el agua ha traído esta vez como cuando arrastra los cadáveres hasta las redes. El agua es la inmensidad del universo, los recuerdos, las pesadillas, la isla, Ithaca y Ulises, el río, el Danubio del autor. Otro mar que fluye en la memoria de Claudio Magris, como el marinero narrador y el Conde, personajes, que él diría, de una literatura poshomérica que se pierden por el camino y jamás regresan a casa, que se convierten probablemente en otros y nunca vuelven a ser los mismos. Todas las odiseas que en la vida nos permiten desnaturalizarnos y, sin embargo, no evitan que nos aferremos al recuerdo.

Magris escribió el embrión del relato que da título a este libro en 1993 para Corriere della Sera. Lo acompañan otros tres cuentos aún más breves: La portería (1995), Ya haber sido (2005) y Las voces (1988). En este último se refugia la obsesión del personaje que sólo persigue relacionarse con mujeres por medio de los registros grabados en los contestadores telefónicos. "Callar mientras habla su voz, la voz de una de ellas, es diferente; incluso cuando la grabación ha terminado me quedo escuchando el silencio que sigue". Igual, concluye Claudio Magris por medio del narrador en primera persona, que si se escucha un lied de Schubert, "uno no se pone a hablar, inclina la cabeza y se calla".

CLAUDIO MAGRIS

El Conde y otros relatos

Traducción de María Teresa Meneses

SEXTO PISO, 80 PÁGINAS, 14 €

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