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Periodismo

Laboratorio del disparate

Las rarezas de la investigación que cuenta Pierre Barthélemy

Pierre Barthelemy.

El método científico es, probablemente, una de las más poderosas herramientas intelectuales creadas por el ser humano para indagar la realidad. Pero también puede ocasionar auténticas extravagancias. Algunas investigaciones científicas, que incluso se han publicado en revistas de reconocido prestigio, parecen más bien fruto de desvaríos de los investigadores. Tan admitido está en la comunidad científica que algunos trabajos son verdaderos monumentos a lo insólito y tal es la capacidad de los autores para reírse de sus disparatadas indagaciones que nadie se atreve a rechazar los divertidos "anti-nobel" (Ig-nobel), unos premios que reconocen estudios dignos de haber salido de un libro cómico.

Pierre Barthélémy es un reconocido divulgador francés, periodista especializado en ciencia para Le Monde y habitual recopilador de esas rigurosas aplicaciones del método científico para investigar chorradas. Con el título de Crónicas de ciencia improbable, la editorial Blackie Books publica en España una recopilación de algunas de las entradas de su exitoso blog. No se asusten los que teman a fórmulas o conceptos extraños: Barthélémy persigue más que nada la sorpresa del lector con textos pequeños, aptos para leer en cualquier momento y que, sin duda, enriquecerán la charla de bar con los amigos: seguro que acapara toda la atención contando el extraño caso del pato homosexual necrófilo o los experimentos personales que llevó a cabo el médico Nicolas Minovici para averiguar qué sentía un ahorcado. El autor rastrea publicaciones científicas y la red Arxiv (red abierta de trabajos científicos de todo el mundo) buscando las perlas olvidadas: las investigaciones que por su inutilidad quedarían condenadas al olvido más inmediato. Eso sí, da una buena muestra de cómo los científicos pueden abordar con total rigor asuntos disparatados. Buen ejemplo es el estudio para detectar si las mujeres sufren celo como el resto de hembras de mamíferos mediante el análisis de las ganancias de las bailarinas eróticas en función de los días de su menstruo. O la investigación (con una pretendida relevancia para futuras indagaciones policiales de crímenes o violaciones) para determinar cuánto vello púbico se pierde durante una relación sexual y cuál es la frecuencia con que los pelos pasan de uno a otro miembro de la pareja.

La literatura sobre aquello que se cuela por los márgenes de la ciencia resulta siempre divertida y fascinante. Y si por un lado está el género que pretende constatar aquellos hechos inexplicables para la ciencia, que ya instauró a principios del pasado siglo Charles Fort con su exhaustivo Libro de los condenados, del otro se encuentra aquel que reúne las explicaciones científicas desmedidas para hechos en apariencia intrascendentes.

No crean que la lectura de las Crónicas de ciencia improbable deja en mal lugar a los investigadores: al contrario, los retrata como tipos exahustivos, verdaderos amantes de la ciencia, y con un punto de ironía y sentido del humor.

En definitiva, se trata de un libro recomendable para descubrir que, a veces, tener un doctorado no es sinónimo de buen juicio. Y si usted es de esos a los que gusta leer en el retrete (el libro cita un par de estudios que intentaron dilucidar si la lectura en el aseo provocaba estreñimiento al distraer la fuerza de empuje) tendrá seguramente en este volumen, dado el tamaño de los textos y su carácter ameno, un excelente aliado para esos momentos de soledad. Pero no descuide el esfuerzo, por favor.

PIERRE BARTHÉLÉMY

Crónicas de ciencia improbable

Traducción de M. Serrat Crespo

BLACKIE BOOKS, 208 PÁGINAS, 17 €

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