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Cómo ser juez y tertuliano

Admiro de los tertulianos que hagan de su vida un examen oral y temo de los jueces su examen escrito. Respeto de los tertulianos su manejo práctico del Arte de tener siempre la razón, de Schopenhauer, y acato de los jueces su oficio de dar siempre la razón, según distintos códigos. Por adición, no puedo sentirme más impresionado que ante un juez tertuliano como Luis Ángel Garrido, presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (formada por tres jueces), ponente del auto que aceptaba cautelarmente, a petición de los hosteleros, la reapertura de bares y restaurantes de los municipios más contagiados de Covid.

El juez tertuliano deja abrir los bares que tanto me gustan contra las restricciones que tanto respeto por el bien de la sociedad que comparto y lo tachan de negacionista -lo que él niega- porque cualquier discrepancia de una medida contra la pandemia es anatema, pese a lo dudosas de algunas, como acortar el horario comercial, que crea horas punta.

Estaba entre admiraciones y respetos cuando me entero de que el juez fue un mal tertuliano al decir que un epidemiólogo «es un médico de cabecera que ha hecho un cursillo». No sería poco, pero no es verdad, como un juez no es un licenciado en Derecho que ha hecho unas jornadas. Lo dijo en Radio Popular de Bilbao, que, según la tabla de pesas y medidas del juez tertuliano, podría ser el megáfono de los catequistas vascos con sotana. Según su tabla ¿Qué piensa el juez del tertuliano? ¿Y el tertuliano del juez?

El auto tiene una enorme repercusión jurídica, que puede ser económica y sanitaria en toda España y la duda de si está inspirado por el criterio jurídico o por la opinión tertuliana. A partir de la polémica, el juez ha recordado -porque debía saberlo- que desde su frase se le puede tener por un opinador de puñetas o por un juez bocazas y, en la tertulia siguiente, usó su vez oral para leer una disculpa, que (trasladado al terreno judicial) viene a ser un recurso ganado por los epidemiólogos. La disculpa se acepta. El auto se acata. Urge un criterio general.

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