Diario de Mallorca

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Años 70 y 80

Club de Mar, la discoteca de Mallorca y Europa

De la mano de Juan Marqués y Pepe Oliver, a los que hay que añadir el nombre de Rafael Colomar, el Club de Mar devino en la década de los 70 en la discoteca de moda en Europa, frecuentada por famosos de medio mundo

En los prolegómenos del verano de 1972, en junio, Palma contaba con una nueva discoteca. Ya las había, y de solera: Rodeo, Rodeíto, Babels, Barbarela, por lo que no suponía una especial novedad que una más se incorporara a la nómina. Javier de la Rosa, presidente del Club de Mar, la había abierto para completar las instalaciones náuticas. No estaba siendo lo que esperaba, esencialmente porque no era capaz de competir con el polo de atracción de la noche en que se había convertido Babels, la discoteca con la que Pepe Oliver, Juan Marqués y Rafael Colomar de hecho monopolizaban la vida nocturna de Palma. De la Rosa, decidido a hacer de la discoteca del Club de Mar algo así como el buque insignia del puerto deportivo, negoció la incorporación de Pepe Oliver y Juan Marqués. Lo que sigue es la historia de un éxito fulgurante, hasta el punto de que a lo largo de casi dos décadas, Club de Mar fue el obligado punto de encuentro de quienes, tanto en verano como en invierno, los siete días de la semana, disfrutaban de la desinhibida vida nocturna de Ciutat.

Juan Marqués, a quien siempre se le conoció como El Cubano, y Pepe Oliver, ya retirados, comentan que Javier de la Rosa solicitó sus servicios a través de Marieta Salas, la mujer del aristócrata ruso Zourab Tchokotoua, íntimo amigo del entonces príncipe de España Juan Carlos, sucesor designado del dictador general Franco en la jefatura del Estado. De la Rosa preguntó a Marieta Salas qué se tenía que hacer para que Club de Mar se convirtiera en la discoteca puntera de Palma. Salas, que conocía a la perfección, era buena amiga suya, la capacidad de atraer gente de Juan Marqués y Pepe Oliver, le dijo que la única manera era contratarlos. Javier de la Rosa se reúne con ambos ofreciéndoles el 20% de la facturación diaria de la discoteca. Llegan a un acuerdo y, de inmediato, Club de Mar empieza a llenarse noche tras noche hasta la madrugada.

Vía crucis

A las tres la clientela abandonaba en masa el local para trasladarse a Babels. Era un recorrido, al que se le denominaba vía crucis, que se iniciaba en Gomila, en el Joe´s, para proseguir en algún restaurante cercano, preferentemente el Palace, culminándolo en Club de Mar y Babels. En diciembre del 72 Javier de la Rosa decidió modificar los términos del acuerdo establecido con Pepe Oliver y Juan Marqués. Opinaba que obtenían excesivos beneficios. El nuevo contrato estipulaba que la propiedad del local percibiría el 27´50% de la facturación diaria. Club de Mar pasó desde entonces a ser gestionado por la sociedad de Pepe Oliver, Juan Marqués y Rafael Colomar. El éxito fue rotundo. Babels se transmutó en un after para los que apuraban la última copa.

La discoteca fue desde el primer momento, no en balde las relaciones de Juan Marqués y Pepe Oliver eran las que eran, un destacadísimo punto de encuentro para todo aquel mínimamente conocido en los medios de comunicación. Pepe Oliver, al igual que Juan Marqués, guardan en la memoria innumerables historias de lo que en Club de Mar acontecía. Una de las que sobresalió en los primeros años, y de la que nunca se ha podido establecer con seguridad la verdadera identidad de su principal protagonista, acaeció en 1974, hacia el otoño. En la discoteca se hallaban acomodados, en la barra, como casi siempre, algunos periodistas, cuando uno de ellos, el delegado de RTVE, Jacinto Ismael Pérez García, espetó a sus compañeros: "acaba de entrar Maria Schneider" (El último tango en París, dirigida por Bernardo Bertolucci en 1972 y protagonizada por Marlon Brando y la citada actriz). En aquel momento Maria Schneider era una celebridad mundial, por lo que al verla en la discoteca el revuelo fue considerable. Los periodistas se acercaron para tratar de entrevistarla, lo que incomodó sobremanera a su pareja, un francés al que nadie conocía, quien, muy incómodo, se encaró con los que pugnaban por hablar con la actriz. Jacinto Ismael fue el más vehemente acabando con un botellazo en la cabeza propinado por el francés. Tuvo que intervenir la policía y unos y otros, no la supuesta Maria Schneider, acabaron en comisaría después de que al delegado de RTVE se le dieran unos cuanto puntos de sutura en su calva cabeza. El joven francés afirmó en comisaría reiteradamente que la chica no era la actriz, pero el asunto no se llegó a aclarar, puesto que horas más tarde, sin denuncias de por medio, desparecieron del hotel y en él comentaron que se había inscrito como Maria Schneider. Pepe Oliver siempre ha dado por hecho que era ella la involuntaria protagonista del altercado.

Respaldo decisivo

Marqués y Oliver reiteran que el respaldo que en todo momento les prestó Marieta Salas fue decisiva para que el Club de Mar llegara a ser lo que fue. La relación que mantenía a través de su marido con Juan Carlos y Sofía, en los primeros 70 un matrimonio perfectamente bien avenido, puesto que el general Franco no admitía ningún desliz extramatrimonial, posibilitó que se organizase en la discoteca una fiesta de cumpleaños que supuso "el lanzamiento internacional". A la misma asistieron representantes de las casas reales europeas. Desde aquel momento se empezó a hablar de Club de Mar en Europa como la discoteca imprescindible del verano mallorquín.

Otro de los que contribuyó a que obtuviera fama internacional fue Juanito March, nieto del financiero, quien, junto a su pareja, el italiano Lorenzo Rípoli, introdujo a Juan Marqués y Pepe Oliver en ambientes sociales de complicado acceso. En un viaje a Roma, que tuvo especial repercusión, Oliver y Marques organizaron diversas fiestas en las que Club de Mar fue promocionado internacionalmente. Desde entonces, todavía en los primeros 70, la discoteca era la indiscutida del verano en Mallorca. Su fama superaba a cualquiera de las de Madrid y otras ciudades de Europa. La afluencia de actrices, actores, cantantes..., era constante.

El Club de Mar se montó, destacan los dos socios, para ayudar a los astilleros, y hay que conceder que la idea resultó excelente. Los potenció mucho más de lo inicialmente previsto.

Otra de las actrices que dejó cumplida constancia de su paso por Club de Mar fue la protagonista de las películas eróticas de la década, que abarrotaban las salas de cine. Sylvia Kristel, protagonista de Emmanuelle, en una de sus visitas a Mallorca, noche tras noche acudía a Club de Mar donde consumía champagne con escasa moderación. Avanzada la madrugada de una de aquellas noches, su nivel etílico alcanzó la suficiente intensidad para que ofreciera un notable espectáculo en la pista de baile, donde acabó por desvanecerse. Al día siguiente, felizmente recuperada, volvió a aparecer por la discoteca sin rastro del maltrato que se había procurado la madrugada anterior.

Madrugada memorable

Otro actor que también dio alguna madrugada memorable en la discoteca fue el austríaco Helmut Berger, protagonista, entre otras, de La caída de los dioses y Salón Kitty. Berger, ebrio y acompañado de varias mujeres, se puso a bailar en solitario en el centro de la pista, junto al haz de luz de unos de los focos. En un momento dado, provocadoramente, hizo como si masturbara al haz largo rato, acompasando sus gestos a la música. La expectación en la discoteca fue absoluta. Concluida la exhibición saludó a todos retornado a su mesa.

Por Club de Mar, rememoran Pepe Oliver y Juan Marqués, pasaron Julio Iglesias, Soraya, Farah Diba, Niarchos, Onassis, María Gabriela de Saboya, pareja de juventud del rey Juan Carlos, y una interminable nómina de personajes conocidos. "Todo el mundo iba a Club de Mar, de hecho no había otra discoteca en Palma", destacan al unísono Marqués y Oliver. ¿Cuál fue la fórmula del éxito? La respuesta que ofrecen es muy simple: "conocer a la gente y que todo el mundo nos conociera a nosotros".

La compañía de aviación Spantax, reconocen los antiguos socios, contribuyó y no poco al auge y mantenimiento de las discoteca en la cúspide de la pirámide del ocio nocturno de Ciutat. Fundada por Rudy Bay en 1959, Spantax tenía establecida su base en Palma, por lo que tanto los pilotos como las azafatas de la misma tenían en la isla su residencia. El resultado era que dado que sus horarios de trabajo les posibilitaban llevar una vida nocturna, hicieron de la discoteca su centro de reunión. Pepe Oliver y Juan Marqués precisan que su presencia favoreció que, en invierno, cuando menguaba sensiblemente la clientela, Club de Mar permaneciera abierto toda la semana, al contrario que muchos otros locales, que limitaban los días de apertura a viernes y sábado.

Ya iniciada la década de los 80 la presencia del príncipe de Asturias, el hoy rey Felipe VI, las infantas Elena y Cristina, y algunos de sus primos, fue una constante a lo largo del mes de agosto. Era casi cada noche que se les podía ver en el local hasta bien entrada la madrugada junto a sus escoltas, que, familiarizados con la clientela, podían relajarse, puesto que acabaron por conocer a casi todos los que lo frecuentaban el local.

Decadencia

Inevitablemente llegó la decadencia. Una de las razones de la misma fue que en los años 1988-1989, se incorporó a Club de Mar la moda del baile de las sevillanas. El éxito fue fulgurante, pero tuvo una consecuencia indeseada, que a la postre fue la que acabó con el reinado de la discoteca. Hasta entonces, manifiestan Oliver y Marqués, la clientela estaba muy definida, pertenecía a unas clases sociales concretas. Las sevillanas hicieron que empezara a acudir otra clientela, lo que acabó por retraer a la de siempre iniciando el declive, que en pocos años se hizo imparable. Además, las modas estaban cambiando aceleradamente, ya no atraía el concepto de discoteca pequeña, sino que se imponían las de gran tamaño, por lo que ni tan siquiera los contactos de Juan Marqués y Pepe Oliver fueron suficientes para mantener a flote lo que a lo largo de dos décadas había sido uno de los iconos de Palma.

Juan Marqués y Pepe Oliver recuerdan con nostalgia historias y hechos que hicieron que la discoteca del Club de Mar marcará toda una época en Palma como lugar de ocio de la jet. M.M.

En 1994, después de algunos intentos frustrados de proseguir la andadura, Oliver y Marqués decidieron dejarlo. Los tiempos eran ya otros. El concepto de ocio nocturno que había prevalecido por décadas fue definitivamente sustituido por otro, nítidamente diferente, para el que Juan Marqués y Pepe Oliver dejaron de tener respuesta. Dicen que hoy nada se parece a lo que hubo, a lo que conocieron a fondo. La gente únicamente sale los viernes y sábados, "mientras que nosotros abríamos todos los días y, además, las discotecas pequeñas han desaparecido, han dejado de existir. Definitivamente -reconocen-, los tiempos son otros".

Queda por reseñar un nombre sin el que Club de Mar probablemente no habría sido el que fue. El tópico en esa ocasión es obligado. Se trata del jefe de sala, René, un chileno afincado en Palma, que bailaba el tango como nadie (al cerrar la discoteca daba cumplida muestra con las clientas de confianza), que para los dos socios era tan importante como ellos. Sirva la siguiente anécdota: a los buenos clientes se les instalaba en las mesas de la derecha, hacia el fondo de la discoteca. Un día entre semana acudió un matrimonio de los habituales, pero René los colocó en una mesa de la derecha. Intrigado, Pepe Oliver le preguntó a qué se debía, a lo que el jefe de sala, impertérrito, respondió: "Es que lleva el traje con el que vino el año pasado". Oliver quedó estupefacto, pero no osó replicarle.

Al preguntarles si hoy es posible abrir una discoteca de parecidas características a las que tuvo Club de Mar responden que no lo consideran factible. Los tiempos son otros, muy diferentes, el concepto ha cambiado tan radicalmente que difícilmente podría volverse a unos años que se ven irrepetibles. Fueron unos tiempos muy especiales, en los que confluyeron una serie de características que ahora es imposible que vuelvan a coincidir. En el futuro, quién sabe, dicen.

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